.

.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Por favor, deja de intentar pensar con el pene, que no se te da bien.

Te dije que tenía miedo de las alturas y me obligaste a acercarme al borde del mirador, "para enfrentarme al mar" alegaste. Te dije que me agobiaban las cosquillas y me acorralaste haciéndome reir hasta llorar, "para aprender de la risa" dijiste. Te confesé que tenía miedo de perderte y te alejaste; ¿para qué? Esta vez no hay razones, por lo que aparentemente veo. ¿Ha sido por ella? Si ha sido así, dímelo por favor, necesito saber qué ha pasado; tú sabes mejor que nadie la inseguridad que me dio la incertidumbre hace ya nueve meses, y ahora has tenido el valor de causarla. Fantástico, estoy abajo por ti. No era problema tuyo lo que yo sintiera o dejara de sentir, no tenías por qué preocuparte porque no estaba en tu mano, nunca aceptaré que te alejaras por esa razón porque creí que la amistad estaba por encima del resto de problemas. ¿Cuantas veces he acudido a ti cuando estaba en problemas? ¿y viceversa? En todas esas circunstancias el mundo daba igual, solo éramos tú y yo con palabras de razón, de orgullo, de cariño, de completa y absoluta sinceridad. Sin fantasmas ni barreras, sin por qués que fastidiaran la seguridad. Esta vez te has ido, y supongo que para no volver, pero ya no me preocupa porque no te echo de menos y es en parte gracias a ti. Gracias a ver que te doy igual, a haber perdido tu mirada y tus palabras y el derecho a tus secretos, a ver que para ti el perder mi confianza no era nada; gracias a comprobar que para ti un alejamiento sin razón y sin despedida no ha cambiado tus ritmos nocturnos. Yo, que tantas noches me he desvelado pensando en un motivo, en un problema al que darle situación, ¿tanto te dolió que dejara de ser su amiga? ¿tanto, cuando tú tantas veces me has repetido que no debía anteponer a nadie a mí mismo? No te creo. Lo peor es que me has hecho ser egoísta; he cogido miedo a abrirme tanto a una persona en tan poco tiempo, a creer que conozco a alguien y a no tener ni idea en realidad, me has hecho odiar lo que admiraba de ti. Ahora creo en la falsedad con mucha más fuerza; si cerrara los ojos, ¿quien me asegura que en vez de guiarme como estaba segura que habrías hecho hace cuatro meses no me pondrás la zancadilla? Eres como la nieve, helado pero caliente con el tiempo, dañino y doloroso; pero vencible, débil y vulnerable, que te acerquen una chispa y serás agua, líquido y moldeable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario