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jueves, 23 de abril de 2015

Memorias de tormenta

Definitivamente tengo que dejar de beber, o dejar de pensar; y no puedo dejar de pensar, me hace falta mi cabeza. Pensar es la única arma de la que dispongo al 100%, es lo bueno de tener claro que no voy a ser objeto de nada. Aprender a pensar por necesidad, por no ser la muñeca de nadie, por no dejar que me regalen nada en absoluto. Pensar es lo que me queda, la capacidad de razonar, de ser crítica, de poder llegar a conclusiones desmedidas e imaginar más allá.
No puedo renunciar a eso.
Por esa razón igual debería renunciar a todas las drogas que adormezcan, que me priven de razón y saquen a la luz la parte incontrolable, la más cobarde, la que más hiere. No queremos eso, por supuesto que no. Queremos que cese la guerra, así que es mejor mantener esa encerrada -y que me coma por dentro-.

miércoles, 22 de abril de 2015

Cuestión de preferencias

Yo quería dormir y tú que despertara, yo el agua hirviendo, tú siempre templada. Cuestión de elegir: nadar o ni mojarme; no vale solo los pies.

lunes, 20 de abril de 2015

Bienvenido al mundo del tema tabú. Has de saber que habrá veces en las que te abra la puerta algunos centímetros, de forma casi imperceptible, pero que será ahí donde tendrás que ser astuto y colarte. Creo que lo que hallarás dentro no te gustará, pero puedo asegurarte que para mí será una liberación, el alivio de un carga que es cada vez más pesada; tendrás que lidiar conmigo, pero a cambio te ofrezco una deuda infinita, a cambio de escucharme cuando te deje entrar. Este mundo es más cúbico que esférico, y como los ratones yo tiendo a esconderme en los rincones. Cuando te deje la puerta abierta, aunque solo sea mínimamente, y entres, búscame donde menos dé la luz, porque no me gusta que me vean llorar. Escúchame, por favor, déjame hablar y no me digas nada, solo déjame soltarlo y dime después que me aceptas así, con todo este universo tortuoso, no me lo eches en cara, por favor, por favor. Nunca te diré lo que me duele que tú cierres la puerta de un portazo y me dejes dentro porque imagino que si yo fuera tú tampoco querría lidiar con todo eso; pero cada vez que lo hagas me costará más volver a abrirte, no como castigo, sino porque de verdad tendré que reunir cada vez mas fuerza para superar el miedo de que vuelvas a huir. Hasta que llegue el día en el que te eche para siempre, siguiendo sin ser un castigo, y te cerraré para toda la vida las puertas de este universo tabú que nadie ve y al que casi nadie entra. 
Necesito que estés atento, porque si doy pie a una invitación a que entres, estarás en tu derecho a rechazarla, pero no puedo prometer que vaya a haber una próxima vez.

Léeme los labios, porque no pienso hablar en alto.

Hay muchas maneras de llorar, tantas como las hay de soledad. La soledad no se entiende como la ausencia de personas, sino más bien entendida como la ausencia de compañía, de sentimiento o de calor. La soledad de la bruma, del hacinamiento; la soledad de uno mismo, la que quema y mata por dentro. La soledad del que quiere y no puede -más-, del que intenta avanzar y solo retrocede. 
Se puede llorar por la tristeza, por cada tipo de soledad y de frío, se puede llorar hasta mojarte la piel y aún así no sentir nada. Se puede llorar hasta sentir que te ahogas entre la necesidad de soltar todo lo que se esconde, de dejar volar todos los pájaros que, guardados lejos de la luz, están pasando de gorriones a cuervos; que pronto me sacaran los ojos. Claro que, aún así, puedo atenerme a mi derecho de silencio y no dejarles libertad, ¿quién va a obligarme a lo contrario? 
Es posible que, quizás, la soledad solo sea una manera más de llorar. Se puede llorar como quien canta a la luna o al alba, se puede llorar como quien niega lo que encierra y espera una degeneración espontánea (cuando la energía libre es tan negativa ya se sabe).
Reconozco que a veces lo soltaría todo, contaría como me siento y qué siento, contaría lo que pienso y lo que no, lo que espero y lo que jamás quiero oír, me abriría de tal manera que quien me escuchara pudiera matarme si quisiera con una simple palabra, pero ¿qué necesidad tengo yo de exponerme tanto? Es el miedo, lo acepto, y me peleo tanto con mi yo egoísta que ya he perdido la cuenta de mis victorias y mis derrotas, pero estoy segura de que voy perdiendo.
Échame un cable, ¿quieres? Pónmelo un poco más fácil y me abriré como la snitch dorada, al cierre; pero necesito -no quiero, necesito- algo de tu parte. Cuando necesito ayuda la pido, no quiero tu piedad ni tu caridad, guarda eso para quien no se conozca; y poco a poco la voy pidiendo, hasta que se me escapen los cuervos y picoteen todo lo que encuentren.

sábado, 18 de abril de 2015

Se que te avergonzarías de mí si me vieras ahora mismo, y lo sé porque esto no es lo que enseñaste, y mucho menos lo que querías. Lo sé porque tú eras fuerte, mucho más que yo, y porque tu manera de andar siempre sacaba a relucir el orgullo de mujer que fuiste. 
No creas que no te echo de menos, el hecho de que no te escriba tan a diario como me gustaría es más que nada egoísta, entiende que me cuesta  recordarte y mantenerme firme. 

lunes, 13 de abril de 2015

«Y me dijo que le dijera que la vida son dos días, y que viviera, que tenía que vivir. Cuando le pregunté que por qué no se lo decía él mismo me respondió que la vida, además de cortse, era más complicada de lo que yo imagino, que mientras yo me preguntaba la razón de lo invariable, millones de reacciones químicas tenían lugar en mi cerebro -y en su alma- y que aunque no lo pudiera imaginar, algún día también yo sería vieja y me reiría de lo catastrófica que es la juventud, por eso me dijo a mí también que yo debía vivir, que los recuerdos pronto serían tan lejanos que no podría recordarlos, y que lo que hoy es un pasado curtido, con el tiempo sería la historia de una guerra. Me dijo que era mi deber dormir poco y sembrar mi mente, pero que de la misma manera era mi deber soñar como cualquier koala; que debía ser consciente en todo momento de quien soy y de que hago, pero que el alcohol no era tan malo como mis mayores querían hacerme creer.
Y cuando termino de hablar me hizo sentir tan mayor que dejé de preguntarme por qué me pedía a mí que yo hiciera de retransmisora en vez de ir directamente a su destino. Me enseñó que el mundo no está hecho para cobardes»

-¿Paz?
-Paz, si tú lo prometes.
-Claro que lo prometo, sabes que no te negaría nada.
-Excepto minutos de descanso.
-No sé de qué hablas.
-Claro que lo sabes, yo no existo sin ti y tú me dejas vivir a mi manera. Creo que cuando alguien te ataca, en general, siempre espera que de una u otra manera las balas te esquiven; pero cuando no lo hacen entonces sale el espíritu pacificador y se arrepiente, aunque ya estés muerto, aunque sea tarde. Bien, tú me disparas cada vez que no puedes dormir, a cambio yo te torturo quitándote el sueño, parece justo, ¿no crees?
-No, no es justo.
-Bien, ¿y qué es justo para ti entonces? Somos un pack, si tú atacas yo disparo, y si van contra ti soy yo quien de desangra mientras tú te encargas de mantenerlo todo correcto ahí fuera. Y está bien, pero créeme que no sirve de nada firmar la paz cuando somos el enemigo en uno.

Y de repente lo entiendes todo. ¿Cómo iba a ser de otra manera?
Al principio es más divertido que sospechoso, porque nadie existe que pregunte, que hurgue en lo escondido. Y de repente te estalla en la cara todo lo que llevas tiempo escondiedo, el proyecto de tu vida. Eso es, no es el proyecto de una vida, es el de la mía. El de la mía, el que creo y aguanto son saber como lo hago, el que -rezó para que- no se desmorone jamás. Y nadie lo entiende, ni siquiera yo, y es mejor así hasta que te das cuenta de que quedan rincones que barrer, polvo en las esquinas.

jueves, 9 de abril de 2015

A mi yo de ayer, lo siento si no soy lo que quisiste ser.

A mi primer yo, a mi primera huella, mi primer resquicio de conciencia; permíteme adelantarte que no vas a ser profesora, y tampoco se va acabar el mundo si suspendes ese examen de conocimiento del mundo. Ten paciencia, algún día entenderás que hay lagunas mucho mayores que confundir las fases de la luna, algún día tus dolores dependerán de ella más de lo que hoy te imaginas. No hagas caso a lo que te dicen, a nada de lo que te dicen. Hoy eres la más alta de todas, pero cuando crezcas habrá gente que te alcance y te supere, no siempre vas a mirar a todo el mundo desde arriba. No hagas caso tampoco a esos comentarios que solo buscan herirte, por ese lado tienes que dejar de mirarlos a todos desde abajo. Tu físico debería ser ahora el menor de tus problemas, así que olvida todo lo que te repiten día tras día, porque se cansarán.
A la evolución de aquello que un día fui le diría que se deje llevar, que ahora que las ciencias comienzan a atraerle no se agobie; algún día descubrirás que quieres ser, y te aseguro que lo vamos a lograr. Mi querido yo de doce años, relájate. Deja de presionarte, sé que nada ha parado aun y que todo parece estar en auge, pero esos que hoy te insultan serán en un futuro aquellos que menos te importarán. Olvídate de ese rubio, en el presente actual está muy perdido, y aunque no lo imagines, solo quiere reirse de ti; aléjate de los que se acercan a ti con malas intenciones. Pronto te pondrán el aparato, y te darás cuenta de que esos dolores de cabeza son fácilmente solucionables con unas gafas. No te odies por darte cuenta de todo eso a la vez, en un año y medio tendrás una boca perfecta y acabarás por ver que tus labios son una de las cosas que más te gustan (y prepárate para el rojo).
Querida yo de catorce años, necesito que sepas que tú y tu sombra del siguiente año, y del siguiente, sois la causa del yo que soy hoy. Necesito que sepas también que eres la más fuerte de todas, y que tú puedes con todo lo que venga; porque te digo que lo que está por venir hasta que te gradúes va a ser duro. Prepárate para tu primer no, el más serio y el peor hasta ahora, prepárate para descubrir lo que el mundo quiere que seas, lo que la sociedad espera que seas. Antes de nada, tú no eres eso. No eres una de esas mujeres que anuncian, así que, por favor, no llores delante del espejo, ni se te ocurra dejar que esa idea que sé que tienes ahora mismo en la cabeza tome más forma. ¿Me oyes? No, esa no es la solución, así que haznos un favor y no lo hagas, porque cuando en unos años vuelvas a pensar en esa opción, de repente lo verás todo mucho menos claro y caerás en la tentación de hacer alguna tontería. Conforme vaya pasando el tiempo te acostumbrarás a llevar gafas, así deja a un lado la idea de que no te quedan bien porque te dan un toque intelectual increíble; como tú. Escúchame bien, ahora mismo eres increíble, y te repito que una de las versiones más fuerte de nosotras mismas, asi que sigue adelante con cada proyecto que te propongas. Sé que ahora mismo cada crítica te parece un mundo, pero dentro de un tiempo dejarás que todo pase, y aunque siempre vas a tener clavado lo que te dicen, poco a poco te dolerá menos. Sé que puedo parecerte pesada, pero no sé como hacerte ver que ninguna niña de quince años debería esperar parecerse a una de veinte.
Ahora que has salido del colegio y todas esas veces que se han reído de ti te parecen lejanas, lo que quiero es advertirte que el mundo que te espera no es mucho mejor. Siento parecerte pesimista, pero créeme que en ese momento yo habría preferido que alguien me diera esta dosis de verdad. La gente que conozcas, lleva cuidado, muy poca gente se quedará contigo aparte de la que ya arrastras. Empieza a valorar de verdad a esa gente que te ha acompañado hasta ahora, y por favor, dile a Tamara que se aleje de ese tal Pedro. Cuida bien a tus amigos, pues cuando crezcas no tendrás palabras suficientes para agradecerles toda esa vida que llevais compartiendo.
Tengo poco que advertirte a ti; espero que sepas que esta vez te hablo de ti, de cerca y al oido, y que no le hablo a ningún otro rastro de nosotras. Tienes que parar de hacer eso, de verdad, tienes que dejar de odiarte, de echarte en cara todas esas cosas y, más que nada, tienes que dejar de repetirte que nunca vas a ser suficiente; porque ya me lo repito yo por todas vosotras. Óyeme, ahora te sientes más pequeña -y más grande- que el resto, y lo sé, pero es de vital importancia que te levantes y dejes de llorar por las noches como una niña, que te duches y lo olvides todo, y mañana vayas a clase como si nada. Y, más que nada, que no vuelvas a hacerlo.Confío en ti, no me falles; y deja de presionarte.
Nos vemos en poco menos de dos años, procura mantener lo poco de esencia que ya posees, y aprende a respetarte un poco más. Recuerda, la normalidad es la mejor daga, así que improvísala lo mejor que puedas y que nadie vea.