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viernes, 10 de enero de 2020

réquiem de borrador

Me está matando tenerte lejos, pero sería infinitamente peor no tenerte, a secas.
Llevo incontables noches empezando párrafos en hojas que siempre acabo rompiendo, porque te echo tanto de menos que ni siquiera sé muy bien cómo poner por escrito este maremoto; te imagino sin dormir tirado en la cama. En la esquina donde hablamos de economía mundial, donde tantas cosas me enseñaste y arreglamos el mundo aquella tarde; esa era mi esquina favorita, y si cierro los ojos me veo cabeza abajo, con las piernas apoyadas en la pared y los ojos cerrados mientras me hablabas de teorías de mercado y movimientos monetarios de los que no había oído hablar en mi vida. Así, aquí, en mi propia cama y con los ojos aún cerrados, recuerdo muy bien el frío que sentía en las piernas desnudas, el escalofrío por los hombros y el calor de tu abrazo. Puedo sentirte rodearme y nos veo ahí, perfectamente encajados en 0’90. 
También soy capaz de verte de espaldas, trabajando desde tu almohada. Soy capaz de dibujar la imagen de tu espalda y los músculos de todo tu cuerpo moviéndose frenéticamente mientras tecleas el ordenador, con el ceño fruncido y colocándote las gafas; qué guapo estás cuando te concentras y creces. 
Te veo saliendo de la ducha mientras yo aún estoy aclarándome el pelo, y liarte una toalla mientras me pasas una a mí y, sin pensarlo, me vienen a la mente las mismas palabras que cuando esa imagen era vívida y no un mero recuerdo. 
Casi puedo tocarte, pero no.