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miércoles, 24 de abril de 2013

Llanuras bélicas y páramos de acetas.

Suena a rendición. Tenía que cumplir aquella promesa, había dicho que lo haría y él era, ante todo, un hombre de palabra. Las palabras; sus palabras. Perdón por ser reiterativo, pero tengo que hacer incapié en este punto. Sus palabras siempre eran cumplidas. Cuando él daba su palabra, nada podía hacer que no la cumpliera, ni siquiera un vendaval. Y sus palabras eran... Bueno, sus palabras no eran de este mundo. Sus palabras no eran de este mundo, no eran humanas; eran su mejor arma, su mejor cualidad. Como la mejor espada. Y, como todas las espadas, esta lo acabó matando poco a poco. Lentamente, dejaba escapar en cada palabra un pequeño hálito de vida. Su piel se estaba arrugando de luchar contra viento y marea, porque, como un verdadero caballero, el siempre cumplía su palabra. Su pelo había adquirido un tono blanquecino, no por la edad, sino porque de todas las cosas que su cabeza había imaginado, la más hermosa de todas era la nieve. Había leído más que cualquier otra persona en el mundo y, cual Don Quijote, había acabado volviéndose loco. No podré describir jamás la ilusión que había en su cara cuando contaba las mil y una anécdotas que guardaba en su memoria, pero siempre estuvo ahí para cumplir sus palabras, hasta el día en el que vertió en una de ellas el último pellizco de vida que había en él

sábado, 20 de abril de 2013

¿Donde están los versos? Se los han quedao' las flores.

Quizá escriba esto aquí porque no tengo las agallas necesarias para decirte a la cara lo grande que eres. Puede que sea porque hablo mejor con las manos que con la lengua. De todas formas, lo que quiero es que abras bien esos ojos avellana que tienes y te grabes estas palabras a fuego.
Nunca vas a ser consciente de lo que vales porque no puedes "salir de tu cuerpo" y observarte desde fuera. Pero quiero que uses mis ojos por un momento y lo veas todo desde mi posición; quiero que te veas y te analices. Mírate, estás ahí parada con tu pelo rizado, siempre al natural, y tu collar de búho. Me encanta ese collar, un día de estos te lo pediré prestado. Puede que ahora mismo no te des cuenta, pero si te quedas mirándote un ratito más verás que eres preciosa. Verás que desprendes sensualidad por cada poro de tu piel. Verás lo graciosa que resulta tu cara cuando te ríes a más no poder y tus ojos pasan a ser una línea. Podrás ver, si te quedas un poco más, la luz que desprendes cada vez que sonríes. ¿Puedes verlo? Pues graba esa imagen a fuego, pequeña, no olvides nunca lo que vales.
Pero no te vayas aún, mírate un poco más. ¿Y los tacones de cristal? ¿y el vestido pomposo y de seda? ¿y el cancán? ¿Dónde están las perlas y los guantes de lino? ¿y tu carroza? No están. Ni eso, ni la corona, ni el príncipe. Pequeña, esto no es cuento y nosotras no somos princesas. No nos hemos escapado de un cuento de Disney, por lo que no puedes esperar que venga un príncipe a rescatarte del bucle de la rutina y te lleve en su caballo al país de las maravillas. Bueno, puede que si que seamos de un cuento de Disney... Pero del de "Alice in Wonderland" Sí, definitivamente tú te has escapado de ese. Mírate, no tienes ni un amigo normal, todos están locos de una u otra manera. ¿Tomamos el té? Invítalos a todos y, cual sombrerero loco, te harán reir hasta que te duela la barriga.
Y ahora, mira más allá de lo que ves. Eres una de las personas más fuertes y a la vez más débiles que jamás he conocido. Eres rojo puta y marrón chocolate, la combinación perfecta. Eres inteligentemente tonta, y anormalmente lista. Eres única (gracias a dios que no hay dos como tú) y tienes la facilidad de hacerte querer. Todo en ti es inigualable, desde tu forma de caminar hasta tus pestañas.
No te voy a decir que ningún tío merece tus lágrimas, porque mentiría. Todo aquel que te haga sentir especial y que te quiera las merece. Y tus sonrisas, y tus besos, y tus abrazos, y tus celos. Y todos los sentimientos que te apetezca sentir. Pero aquel que juegue contigo hasta hartarse y que quiera atarte como a un perro lo único que merece es tu rencor. Y, tiempo después, tu asco. Y por último, merece que sientas pena por él. Pena porque eres consciente de la pedazo de mujer que pudo tener, pero eligió mal. Pena porque por él, habrías podido ser todo lo que quisiera; todo, menos un juguete. Pero nada más.
Y ahora, quiero que mires tu cara. Tus expresiones son un libro abierto. No sabes disimular, expresas con la mirada hasta el más mínimo pensamiento que pasa por tu cabeza y tus ojos hablan más que tu boca. Justo ahora, mira tu sonrisa. Mira esa combinación perfecta que se ha creado en tu cara. Guau. Pararía este momento si pudiera. Eres una verdadera obra de arte. Y no llevas corona, ni estás en un palacio. Es por esto que quiero que tengas muy claro lo siguiente:
 Pequeña, vales mil veces más que cualquier princesa de Disney.
Pero si aún asi quieres que juguemos a ser princesas, adelante, juguemos. Pero eso sí, te aviso de que paso de ser Blancanieves o Ariel. No, yo juego al estilo Mulán. Al estilo Pocahontas. Coge un caballo y vamos a correr, hagamos que todo el mundo vea tu pelo bailar al son del viento. Hagamos que piensen que tu cabello ha absorbido hasta el último rallo del sol, porque brilla más que éste. Y sobre todo, corramos hasta que las piernas no nos respondan, hasta caer rendidas en la hierba, hasta tener el valor suficiente de gritar con orgullo que solo estamos jugando, y que después volveremos a casa para ducharnos, comer un helado de chocolate y seguir pasando apuntes a limpio.
PD: Puestos a jugar a interpretar papeles de Disney, hagámoslo a lo grande;)

miércoles, 17 de abril de 2013

Turning tables.

Cada canción tiene un texto, una propia banda sonora. Cada acorde mezclado con el siguiente dan lugar a una perfecta combinación capaz de crear los más enormes escalofríos. Cada melodía tiene un sentimiento, un pensamiento. Y escribirlo se ha convertido en una necesidad. La palabras no salen de mi boca, sino que fluyen hasta llegar a mis dedos, dónde son descodificadas y codificadas otra vez hasta ser plasmadas. No es un pensamiento, los sentimientos acuden a mi en forma de frases. A veces es un ritmo, un compás a penas perceptible, y antes de que me de cuenta ya he garabateado cualquier papel que tenga delante con frases zalameras. Frases zalameras que marcan el principio de párrafos que a menudo consiguen que me avergüence. Otras, son el primer paso de textos que quedan guardados en un cajón, textos que nunca nadie leerá, sentimientos que anidan en lo más profundo de mi. Y la mayoría de veces, textos que nunca conseguiré reunir ya que están en un libro de matemáticas o en unos apuntes de biología. Siempre frases unidas sin un por qué, siempre párrafos conectados de una manera absurda, siempre textos que acaban como empiezan, vacíos. Y es que cada palabra guarda una estrecha relación con la siguiente, cada palabra es el comienzo de algo que acaba en cuanto la frase acaba. Y cada sentimiento que plasmo encaja como una canción; porque no sé componer en un pentagrama, por lo que la única manera de reflejar en un papel el ritmo y la melodía de mi cerebro es escribiendo. Si supiera tocar el piano o leer partituras bien, quizás podría plasmar en las cinco líneas todas las bandas sonoras de mi vida; podría componer una canción que describiese el ritmo de mi cerebro al pensar, el sonido de mi respiración; el movimiento al caminar, mi extraña manía de buscarle a todo un compás interno. Pero no puedo. Mi único recurso para reflejar todo eso es mediante palabras. Centrípeta, como adoro esa palabra. Siempre he admirado a los compositores porque han sido capaces de transmitir lo que sienten sin necesidad de usar palabras, ya que estas llevan muy frecuentemente a error. Esas personas dejan las puertas y las ventanas de la imaginación abiertas, nunca dos personas interpretarán una canción de la misma forma. Y sin embargo las palabras son lo que son, no hay vuelta atrás. La poesía es subjetiva porque confunde y hace creer a las mentes que su interpretación es diferente a la del resto, pero si hay diferentes sentimientos ante una obra literaria es gracias a la música. La banda sonora de mi vida está plasmada en un papel, en frases, en letras al fin y al cabo. Las palabras, bien combinadas, pueden recorrer cada célula de tu piel a una velocidad de vértigo, pueden invadirte y adentrarse en lo más profundo de tu ser, ya que no puedes evitar sentir lo que te transmiten; no puedes volverte de piedra. Pueden entrar en tu mente cual ladrón profesional y robarte las impresiones, dejarte sin respuesta y hasta herirte hasta matarte. Son el arma más potente y a la vez la mejor medicina. Y bien usadas, pueden ser las mejores aliadas de la música.
A veces escribir es lo más potente.
A veces es lo único que queda, y a veces lo único que necesito.
A veces las palabras son lo único que me falta, y otras lo único que me sobra.
Nunca llegaré a comprender como he llegado hasta aqui, pero quiero adquirir la capacidad de escribir la banda sonora más grande jamás creada, y ansío poder hacerlo tanto como el respirar.

Promesas olvidadas.

"Se le acabaron las fuerzas porque su caballo se cansó de galopar. Se le agotó la fuente de sabiduría porque sus ojos se cerraron. Pero sobre todo, se le apagó la mirada porque su alma se sumió en un sueño demasiado profundo. Se disfrazó de noviembre para poder llegar a ser nieve. Borró sus huellas y cambió hasta su forma de sonreir; cambió sus comisuras por un puñado de monedas, cambió el tacto de sus labios por un poco de carmín y olvidó como reír a carcajadas porque su boca había decidido madurar. Hizo un pacto con el peor de los diablos y cambió sus ojos; su forma de mirar por unas pestañas postizas, la luz de su mirar por una hora más de sol, el color de sus iris por una larga raya negra en su párpado, la dilatación de sus pupilas cuando sonreía por una expresión que denotara invulnerabilidad. Por cambiar, cambió hasta el tacto de su piel. Cambió las caricias, los abrazos, los escalofríos, los calambres, los chupetones, los lunares, las cicatrices. Todo. Y por cambiar, cambió hasta su forma de caminar; sus piernas por unas elegantes medias, sus pies descalzos en verano por unos tacones, sus uñas pintadas de rojo (siempre rojo) por unas de porcelana. Que por cambiar, cambió hasta el contoneo de sus caderas. Y cerró el jardín de su cuerpo para construir un burdel barato. Corrió aunque nadie la perseguía. Lloró, aunque nadie la oía. Sonrió sin que nadie la viera. Pasara lo que pasara, hasta que los muslos le flaquearon y se desplomó. Hasta que su voz perdió el poder de la insinuación, hasta enemistarse con las carcajadas y pelear con la vida. Que por cambiar, cambió hasta su capacidad de olvidar, y ahora paga su condena, inmersa y apagada, la de cargar con sus recuerdos hasta que muera. Y todo por un puñado de los verdes"

martes, 16 de abril de 2013

Yo soy la vida que ya tengo, tú eres la vida que me falta.

Siempre has sido una persona realmente fuerte, más allá de lo que nadie diga o piense de ti. Siempre has sido capaz de construir barreras con tus sonrisas, fortalezas capaces de aislar el más desesperado de los llantos y transformarlo en una carcajada. Y ahora puedo verte en el límite, tambaleándote. Puedo sentir en mi espalda cada empujón, cada golpe, cada paso por la cuerda floja. Intento sinceramente rescatarte, pero es la impotencia lo que me invade cuando no puedo seguir tu mirada en la oscuridad. Siempre has sido toda una estrella, brillando con luz propia, siempre dejando una estela en tu camino, y ahora puedo verte apagándote poco a poco. Ya no siento tus abrazos cargados de euforia, no puedo leer ninguna sonrisa en tus labios, no puedo descifrar tus miradas, no puedo ver la luz que solías desprender.
"¿Qué te pasa, estrella? ¿Acaso se ha apagado tu luz de tanto brillar? ¿Acaso necesitas un descanso? No te preocupes, puedes parpadear todo lo que quieras siempre que me prometas que volverás a brillar"
Desde pequeña siempre quise ser como tú, tenías todo lo que yo había deseado y, lo mejor de todo, siempre estabas ahí, dispuesta a ayudarme y a hacerme sentir que era tan especial como tú. Siempre como el agua y el aceite, como dos gotas de lluvia. Opuestas e idénticas a la vez. Linkin park y Extremoduro. Guitarra y bajo. McFLY. Amarillo oro y marrón mierda. Y ahora, puedo verte en el límite, tambaleándote.
Tus miradas en los momentos desesperados siempre han sido suficientes, te prometo que nunca he necesitado nada más. Siempre has tenido esa extraña habilidad para cautivar las mentes humanas, para sorprender, para alumbrar cualquier rincón de oscuridad, para hacer sonreir a la gente. Levantar castillos, crear armaduras, organizar luchas; capaz de todo y más. Y sigues siendo fuerte. Vamos pequeña, saca esas agallas y muéstrale al mundo de lo que eres capaz, demuestra que no estás hecha para pasar desapercibida; enséñales a todos ese poder que tienes para brillar, porque es para lo que has nacido. Quiero que tus sonrisas vuelvan a guiarme, quiero que vuelvas a ser como mi segundo par de ojos, que tu voz sea tan firme que pueda hacer que te encuentre aún en la oscuridad. Porque sé que puedes.
Y porque sé que mi mano puede ser como el más firme de los amarres para hacerte volver. Para hacerte retroceder y hacer que puedas escapar de la boca de la rutina, descansar y observar lo que has conseguido. Sé que puedes volver a tierra firme, pequeña, yo sé que puedes. No quiero verte ahí, en el límite y tambaleándote porque te mereces la más grande de las cimas.

domingo, 14 de abril de 2013

Ya lo había olvidado.

23/5/12


-La gente siempre está haciendo dietas. Dietas de una semana, un mes e incluso dos. Pierden algunos kilos y luego, cuando se ven "perfectos", vuelven al pecado. Sin embargo, un dato muy curioso es la necesidad de "empezar un lunes". Artimañas de ratero. Pero no me importa, puedes usar una de esas artimañas, si es lo que deseas. Esperaré hasta el lunes, si es lo que deseas. Pero no más. Es el momento en que te mires al espejo y reconozcas lo que eres. Si no sabes hacer una ecuación bicuadrada no importa, quizá lo tuyo sean las letras. Si no te gusta tu culo no importa, quizá tu punto fuerte sean las tetas. O tu cintura. O puede que tu pelo. Si no sabes resolver un problema que mezcla cinemática y dinámica no te alteres, prueba con los tejidos ematopoyéticos. Y si ninguna de esas cosas se te da bien, prueba con el griego o el latín. O la psicología. Y ahora deja de hacerte la víctima. Nadie te dijo nunca "como hacerlo" porque es algo que tú mismo tienes que descubrir. Ha llegado el momento en el que tienes que reunir todo el valor de tu cuerpo y reconocer quien eres-

Morir, sin mas, pues nadie me ha venido a despertar.

"Aceptamos el amor que creemos merecer" Por eso no estamos a dispuestos a sentir lo que creemos que nadie sentirá nunca por nosotros. Nos obligamos a olvidar, a veces hasta nos obligamos a engañarnos, porque es lo que creemos correcto. Nos negamos a sentir por otras personas lo que nos gustaría que sintieran por nosotros porque en el fondo sabemos que nunca nadie lo hará.

Por eso dejamos que pase el tiempo, confiando en que nuestras aspiraciones cambien con los años igual que cambian las estaciones; aun sabiendo que todo seguirá igual, de la misma forma que el sol sale todas las mañanas por el mismo sitio.

Confiando en que nuestros sueños trepen por la pared como la hiedra, cerramos los ojos y hacemos que estamos ciegos, que es lo que mejor se nos da. Y jugamos a ser hipócritas. Jugamos a jugar con los otros, porque nos obligamos a creer que solo jugamos, que nada es real. Porque creemos que no lo merecemos. Y no lo aceptamos. Por eso jugamos, para intentar creer que lo que nos sucede es una mentira, que podremos volver a la realidad cuando queramos. Pero somos mayores, y los mayores no juegan como los niños.

Sembramos nuestras esperanzas en la tierra fértil de nuestra imaginación, obligándonos a creer que estas crecerán solas.


Despertad, imbéciles. Aceptamos todo lo que creemos merecer y siempre encontramos la manera educada de rechazar lo que creemos no merecer.

miércoles, 10 de abril de 2013

Fix you.

Vuelven a mi en forma de escalofrío. Recorren cada célula de mi piel y me hacen sentir vulnerable. ¿Sabes como se mueve un leopardo por la selva? Con cuidado, en silencio. Conoce cada esquina y cada rincón, sabe dónde esconderse y dónde encontrar presas. El sigilo es el arma más poderosa, justo después de la mirada. Igual que ese animal, todo ha sido por instinto, más rápido que el miedo. Son solo recuerdos, un cortometraje ya grabado y almacenado. Sólo imágenes y canciones. No pueden herirme, han acabado. Los monstruos de mis pesadillas solo están ahí, al fín y al cabo solo son eso. Ya vencí sus fantasmas. No dejaré que vuelvan a acudir a mi en caso de necesidad porque solo son recuerdos, y no pueden hacerme daño porque fueron ellos los que me hicieron fuerte. Fueron grandes maestros, pero ya no los necesito. He aprendido a volar sola, sin rumbo y sin camino, siempre de cima en cima; y no me permitiré volver a caer. Porque lo he visto. He visto el cielo desde la cima más alta y también desde el agujero más hondo. He aprendido a escalar de un modo u otro. Me pararon las pies y me salieron alas, ahora no pueden obligarme a bajar.

Vaya una desmesura

Sus labios, la curva perfecta, la mejor perdición que nadie pueda imaginar. Correr, sin posibilidad de freno, sin preocupaciones por el después, sin ningún tipo de seguridad de su saldrás vivo de esta. Llegar a ese infierno que son sus labios, a esa curva mortal y perderte, dejarte llevar por la aceleración centrípeta, dejarte arrastrar hacia el centro de la curva. Y llegar al Everest de su boca. Llegar a ese pico que se forma en el lugar donde más se luce una sonrisa. Mirar sus ojos desde ahí y no querer bajar jamás. Pero aún así, bajar; bajar y llegar al punto donde nace la risa, donde se conciben las carcajadas. Sus labios, la curva perfecta, capaz de matar a cualquier persona que se atreva a acercarse lo suficiente a ellos; como el sol.

martes, 9 de abril de 2013

Lo difícil es no volverse loco.

Crecer o crecerse. Enamorar o enamorarse. Correr o correrse. ¿Qué más da? ¿Quien da más? Puedo sentir su miedo. Sus inseguridades y su orgullo. Puedo sentir su mirada clavada en mi, sus ojos mirándome y esperando a que caiga. Noto sus garras acechándome. Puedo sentir su aliento en la nuca; cálido como la sangre, imperturbable como los remordimientos. Oigo sus pensamientos y leo sus palabras en sus labios; palabras nunca dichas, nunca pronunciadas, frases que se atascan en sus labios y que acaban siendo poco menos que un susurro. Palabras que nunca saldrán de sus bocas, nunca serán formadas por sus lenguas. Sus cuerdas vocales nunca reconocerán los pensamientos que en sus mentes se mueren por salir; nunca dejarán que esas verdades salgan de las paredes entre las cuales se encierran sus cerebros. Sé que nunca dejarán que esas certezas sean dichas en voz alta, nunca dejarán que las escuche. ¿Y que más da? Respóndeme qué  coño da cuando sus palabras son como cuchillos que llenan de flores tu camino; no te cortes, no te ahogues. Puedo sentir sus miedos; oir sus mentes.
Prestando atención, puedo apreciar el odio tras sus promesas de un podio.
Veo sus intenciones más allá de sus máscaras. Las miradas caídas, los pestañeos. Sentimientos que alcanzan las corneas y ansían desesperadamente cruzar la pupila, y se quedan en el iris, dando como resultado un suave atisbo, mostrando una parte del sentimiento. Miradas que mienten; que echan una cortina sobre ese pequeño atisbo y cubren la realidad con cumplidos y halagos, que intentan hacer creer al mundo que no hay nada más allá de sus córneas. Pobres ingenuos que no saben que más allá aun está la retina.
Movimientos de manos que imitan, que ocultan y que muestran. Gestos capaces de captar toda tu atención, de abrirte las puertas a otro mundo y de cerrártelas en las narices. Y, tiempo después, puedo escuchar las palabras que se esconden tras sus dedos. Puedo sentir el tacto de su piel sin rozarla; puedo adivinar el tono de su voz y la intensidad de sus palabras solo con ver su manera de acariciar. Tanto tiempo después, puedo sentir sus miradas puestas en mí; cálidas como la sangre, imperturbables como los remordimientos.

viernes, 5 de abril de 2013

Peor que la heroína, mejor que el chocolate.

Y cuando te das cuenta, es más que una afición. Es lo primero que oyes cuando escuchas una canción. Nada de guitarra, lo primero que captas es el ritmo. Oyes los golpes de batería y el sonido del bajo. Los sonidos de ultratumba que puede producir. Es más que una afición. Es la calma fluyendo por tus dedos cada vez que acaricias una cuerda. La rabia, cada vez que tocas. La ganas de más, la impotencia ante un acorde que te parece imposible. Es el sudor, el esfuerzo, el tiempo dedicado. Es la tranquilidad que proporciona tener un bajo entre los brazos. Sentir que es el instrumento más perfecto jamás creado. Capaz de dar consistencia a una canción. Un único ritmo, infinitas posibilidades de más. Un mundo abierto a la mente.
NUNCA ES SUFICIENTE. Siempre vas a querer más. Una hora, un día entero, un año, dos, tres, cuatro, un siglo. Todo es poco. Nunca verás el momento de decir "ya está". Las ganas de tocar siempre te van a poder. Por encima de todo, será como una droga. Sentirás los dedos cansados, las yemas doloridas y con callos, la muñeca resentida de estar tanto tiempo en la misma posición y el antebrazo de la otra mano cansado. Sentirás el pulgar más fuerte que nunca, por usarlo como punto de apoyo. Sentirás dolor, cansancio; pero sobretodo sentirás que coger un bajo es lo mejor que nunca has hecho en tu vida.

Stand.

A veces caerse es el primer paso para levantarse. Todo el mundo dice que "es más fuerte el que se cae y se levanta que aquel que nunca se cae". Bla, bla, bla. Quiero decir, si no te caes, no te puedes levantar. Estoy harta de escuchar tópicos y frases hechas; frases con una estructura, un contexto, un tono, una expresión y un resultado.
"Levanta la cabeza princesa, que se te cae la corona"
"Sé más fuerte que aquellos que te critican, tú vales más"
"Déjame demostrarte que puedes ser mi reina, más que una princesa"
Que yo no soy una princesa. Vale, lo reconozco, me gusta la idea de que alguien me llame así, pero soy del populacho, del pueblo llano, de los estudiantes, joder. No llevo corona. Ni siquiera una triste diadema. ¿Para qué? Eso no va a servir para que los rizos no se me metan en la cara; no, contra eso la única solución válida es una coleta. Un moño quizás. Y andando, no hay más vuelta de hoja, no le busques más. Es que no lo entiendo, lo siento, puede que esa sea una de las razones por las que no estoy en investigación, pero mi mente no me da para más. Bajemos de las nubes, solo un momento. Dejemos al sol con sus locuras, a la luna con sus paranoias y a las estrellas con su egocentrismo. Nadie puede ser fuerte si no tiene la posibilidad de serlo. No se puede ser valiente si no se tiene miedo. Y no te puedes levantar si no te caes.
A veces una buena hostia es lo único capaz de hacer que abras los ojos, te levantes y hagas que el suelo vibre a cada paso que das.

jueves, 4 de abril de 2013

¿Sabes qué? Tengo miedo. Y es todo por la puta inseguridad. Siempre está ahí, ahogando mis ganas en mis silencios, ocultando mis sonrisas, todas ellas. Siempre está ahí para acallar mis ganas y recordarme quién soy de verdad. Siempre para recordarme que no hay "rojo puta" que valga, que aunque lo cambiara todo de mí, nunca podré ser como ellas. Esa inseguridad siempre ha estado ahí para no dejarme subir alto, para obligarme a mirar hacia abajo y a crear un mar, dos, tres, un océano de lágrimas, disolviendo en cada una de ellas todos mis defectos. Pero ¿y ahora qué? Ahora ha ido todo más allá. Ahora ha llegado el momento de que me ponga en pié y recoja todas las pequeñas partes de mi rota armadura. Ha llegado el momento de que rompa esta maldita coraza, me ponga un casco, agarre con fuerza un yelmo y un escudo y desenvaine mi espada. ¿Y sabes por qué? Porque sólo con un beso puedo hacerte sentir más que ella con un polvo. Porque puedo hacer que te vuelvas loco sólo con negarte la mirada, con el tacto de mi piel, el olor de mi pelo, el cosquilleo de mis uñas; porque me veo capaz. Porque ha llegado el momento de vencer la batalla de mi vida, esa que siempre he tenido pendiente.

lunes, 1 de abril de 2013

856.

Me siento impotente. No puedo dejar de sonreir al hablar de eso. Y no me gusta, porque me siento indefensa. No puedo mirarte a los ojos y mantenerme seria. A lo mejor tienen razón y me gusta tener el control de muchas cosas, pero es que me pongo muy nerviosa cuando no controlo lo que digo, y simplemente hablo y hablo. Y ni te lo imaginas, pero después de cada frase, siempre espero que te rías y no me hagas caso, que simplemente me hables de otra cosa con la esperanza de que la próxima vez salga mejor.

Y ahora, "c'est fini"

Hace un año ya.

"Como el que grita 'Yo me opongo' en una boda justo antes de que el cura declare a los novios marido y mujer; como ir a un enlace en chandal; como comer sopa con tenedor o costillas con cuchara; como leer los libros de Harry Potter en el orden que no es el correcto; como llevar abrigo en verano o como llevar tacones para ir a la playa. Como la última hoja que cae en otoño, justo antes de que llegue el invierno. Así ha sido verte. Inapropiado; inadecuado; innecesario. Pero verte también ha sido como el primer beso de casados; como el mejor vestido; como sopar pan y comer con las manos; como la sensación de intriga al acabar un libro de una saga; como el bikini más sexy y las chanclas más cómodas; como el primer rayo de sol de primavera. Como Freddie Mercury; como las palabras 'centrípeta' y 'centrífuga'; como el chocolate caliente rozando mis labios en invierno; como la liebre amiga del sombrerero loco en 'Alicia en el país de las maravillas'; como la calma después de la tormenta. Como el arcoiris. Como una palomita que explota o un capullo que se abre. Un capullo, como tú. Yo me refería a las flores, pero tú también lo eres. Bien, pues así ha sido verte, capullo. Reconfortante, necesario"