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martes, 30 de junio de 2015

Porque parece un buen día para no confiar en nadie, para empezar de cero a no saber nada, para dejar claro que la lección está aprendida; nunca te fíes.
Parece un buen día para decir que ya nada es sorprendente, no puedo decir que fuera esperable, pero no es la primera vez -para algunos- así que no es tan preocupante. Para otros... Bueno, empezar de esta manera es lamentable. Parece un buen día para decir que de esta parte si que me sorprende, y es de la que más me duele. En general, parece un buen día para decir que no me lo esperaba, para confesar que ha sido un duro golpe.
Dime, ¿quieres abandonarme para siempre? Parece un buen día para las confesiones. Así que, de esta forma diré que me has decepcionado, que me habéis decepcionado, que la vida es mejor con vuestras palabras de suerte, pero no las quiero hincadas en cuchillos que solo buscan abrirme en dos.

lunes, 29 de junio de 2015

Cuando la tercera persona conoce a la primera, y en singular; del impersonal al yo

Me pregunto a qué sabe la calma, la completa ausencia de tormenta. Me pregunto a qué sabe la tranquilidad.
Cuando se reúne la fuerza para hablar y dejar salir lo que tortura y retuerce el estómago, se hace en un momento de debilidad y a la vez de fuerza máximas; debilidad para asumir que el problema está ahí y fuerza para decirlo en voz alta. Creo que esos momentos no son buenos, son, por el contrario, momentos en los que la desesperación es muy grande, pero en los que aún es posible mantener el control. Pero los hay peores; los hay mucho peores, tal así que en esos momentos no hablamos, no decimos nada y dejamos que la procesión fluya por dentro, porque es ahí cuando se esta tan abajo que no se encuentran las palabras para explicarlo.
Sigo pensando, y sigo pensándolo; no he conseguido echarlo.
Que sí, que no te miento, te digo la verdad cuando te digo que lo he intentado y que lo sigo intentando. No, no me he rendido ni he tirado la toalla, ni he dejado que pueda conmigo. No me ha vencido, pero a veces creo que falta muy poco; luego, no se de dónde, resurjo y me elevo, y ahí es cuando hablo.
No estoy diciendo que todo sea negro, solo digo que no hablar de ello no significa que no esté ahí, y mucho menos va a hacerlo desaparecer.
Informaré con la victoria como los soldados al capitán.

viernes, 26 de junio de 2015

Creo que tienes alma de poeta, y cabeza de poeta, y esperanzas de poeta. Creo que huyes de lo romántico y de todo lo que pueda mostrar amor porque en el fondo te aterra que alguien pueda quererte. Creo que no quieres flores, no bombones, no cartas bonitas en el buzón porque eso es, en el fondo, todo lo que quieres. Creo que quieres rosas porque sí (sé que te encantan las rosas, y que ese rojo es tu favorito), tarjetas en san Valentín y cafés con formas en la espuma. 
Te creo cuando dices que te agobias, pero porque creo que es la rutina lo que te agobia, y que te asusta que el 'te quiero' se convierta en parte de ella. Sé que sientes, y sé que sientes tan profundo y tan fuerte que sientes que toda palabra dicha en voz alta te delataría, y que por eso lo niegas todo y niegas los piropos o todas las palabras dulces. Creo que desprecias las películas que siempre acaban bien, pero que odias por encima de cualquier cosa todas aquellas que acaban mal, y que cuando cierras los ojos a la hora del beso entre los actores solo piensas que tú no mereces que nadie te quiera así. Lo sé todo y sé mucho más, y creo que es porque odiarías tener que reconocer que, en el fondo son tus favoritas; que hasta tu película favorita es todo un poema.
Creo que todo lo que niegas y todo de lo que rechistas es solo un saco de fantasmas que temes que se escapen; y que es tal el pavor que te da que escape una pizca de transparencia que te encierras en ese cuerpo que niega todo lo bonito del mundo. Creo que te encantan los detalles, y que te sorprendan, y que te digan cosas bonitas porque sí; pero creo que te empuja hacia atrás poder ser "así de importante" para alguien. Creo que por eso te cuesta querer, y aceptar que alguien pueda hacerlo contigo, que alguien pueda quererte. 
Creo que te da miedo que te vean de verdad. Que vean que pasas las películas esperando el final feliz y el primer beso, que buscas en las palabras la manera de parecer opaca y que apenas llegas a  translúcida.

domingo, 21 de junio de 2015

Érase una vez una humanidad

En esta vida todos tenemos que morir, y aquí cada uno lo asimila de una manera. Lloramos las pérdidas e invertimos nuestro tiempo en echar de menos para consolarnos después sabiendo que algún día tampoco nosotros estaremos, y mientras tanto, el único consuelo para seguir y no tirar la toalla ni al salir de la ducha es pensar que lo que estamos haciendo, lo hacemos de forma plena. Sin cuestionarnos que no sea así, porque si la vida es una semana y aún estamos a martes, deprimirnos haría que el viernes estuviera muy lejano; somos jóvenes y planeamos salir todos los días de esta semana maldita para asegurarnos así de que al menos mientras no hayamos sido felices habremos bebido hasta olvidar.
Cuando llegue el domingo veremos la negrura, o la luz, o el final del túnel, o cualquier licencia poética que se haya o no inventado para describir el final. Yo, personalmente, lo dejo en gris; porque odio el gris. 
Y mientras tanto, la cuestión es qué hacer con el tiempo, el tiempo que pasamos sobrios o de resaca; el tiempo que pasamos recordando, lamentándonos, arrepintiéndonos, pensando, sufriendo, sintiendo. Qué hacer con tanta libertad, si al final somos esclavos que esconden bajo la lengua la llave de sus cadenas. Mientras tanto los dedicamos a vagar por la vida buscando el alcohol mas barato, buscando maneras de pagar el caro, y, solo a veces, nos encontramos con alguien que bebe el whisky como nosotros, como el paladar que limamos al respirar. 
Que sea a palo seco, que le guste el calor.
Y quien lo encuentra se dedica a beber con ese otro alguien, con la eterna esperanza de que nunca llegará la resaca y su hígado no se consumirá nunca; lo encuentra y deja que le mate, porque al final querer es asesinar y se rasesinado, en todas sus acepciones posibles. 

viernes, 19 de junio de 2015

Llegó sin que la invitara, sin que me diera tiempo a decirle que no necesitaba que nadie me escuchara. Me rajó de golpe y de un hachazo y me hizo sangrar, y mientras todo manaba me dijo "mírate fluir, esto somos de verdad, no importa como de brillante sea el plástico"; me lo dijo y me lo repitió como un mantra sagrado mientras yo le repetía que yo no creía en nada, que yo no rezaba. Llegó y me dejó helada con su temple, con su forma de hablar y no decir nada, de irse por las ramas para acabar cortando el árbol, cuando me enseñó a mirar más allá. 
Yo estaba a punto de decirle que se fuera, que me dejara en paz cuando me empujó al vacío más oscuro y ella saltó detrás. Me demostró que la caída es igual de dura aunque no estuviera sola, pero que lavar las heridas en compañía es mucho más fácil que dejar que sea la soledad la que las cicatrice. 
Antes de que quisiera darme cuenta me obligó a mirar todo aquello de lo que me escondo, a mirarlo fijamente y repetir que yo soy mejor; me obligó a ser fuerte y a mantenerme ahí. Sin que yo la viera venir me miró y me dijo "quiérete como te quiero yo" y me dijo al mirarme que no la decepcionara, que no me defraudara.
Sin permiso ni protección llegó y se hizo hueco, y se convirtió en la mejor rutina, el mejor escape y el único comodín. Sin que yo quisiera se convirtió en mi mejor amiga, y más allá de todo, en un vínculo mayor que el de la sangre.

miércoles, 17 de junio de 2015

Mirando atrás no hay viento que sople, ni ninguna montaña que se pueda mover aunque sea de arena. Lo único que da fuerte en la cara es la inmadurez y su frescura, la debilidad y la fuerza de la curiosidad; está el olor de la cobardía, el dolor, la necesidad, la aceptación, el reproche, el miedo, el fracaso. La decepción. 
Mirando atrás no hay mar que pueda ahogarnos; ahora somos mas fuertes, menos nosotros de lo que jamás hemos sido y más personas, más mentes propias y limpias. Aún no hay viento, pero toda la arena del mundo es poca, y no molesta en los pies al caminar. Ahora hay menos desastre, menos organización, mas cooperación; el caos que nos ahoga es la suma del orden que habitamos.

domingo, 14 de junio de 2015

Me gusta creer que la Tierra gira despacio y que las radiaciones son menos de lo que son en realidad. Me gusta jugar a ser ese dios en el que no creo y pensar que el tiempo pasa más despacio, que los meses son paseos y que cada suspiro podría durar una eternidad si es con la piel de gallina.
Del mar recuerdo que era azul, azul, azul, azul, y lo que recuerdo lo creo, y todo lo que creo lo recuerdo. Lo que sueño lo olvido, porque en mentiras es más fácil perderse cuando la realidad no es suficiente; el factor tiempo en otra dimensión, y cada vez que intento dejar de respirar siempre hay algún bronquiolo que se revela y hace el dichoso intercambio en la mafia que es el cuerpo. El corazón es la cabeza porque es ahí donde se esconde el pez gordo, del que mas te vale huir si quieres salir de aquí con vida. De la guerra que planeo, las batallas que libro.
Hace mucho tiempo que no soy libre, que las sensaciones se me escurren por la lengua y la garganta sin poder saborearlas, y cada vez que quiero mantenerlas en los labios se me escapan. Hace tiempo que todo esta escondido en lo hondo, en lo oscuro, donde se camufle. Que no veas los soldados luchar bajo el rojo de mi barra de labios no quiere decir que su sangre no esté ahí; que como camaleón me cambio dependiendo de la situación. 
No es que yo no quiera ser como quiere que sea, es que no puedo; y hace mucho que ya no soy libre y que he perdido la capacidad de decisión en este campo. Hace mucho que nada esta bien, que no hay salida ni camino que labrar, ni huellas que seguir, y es que hace mucho que la soledad es la guía y la solucion. Pero siempre será más fácil no mostrar, no enseñar. Que bueno ese rollo de hacer que te abres, de contar las penas y todo aquello que alguna vez te ha hecho daño, y que intenso el arte de caminar por las ramas sin definir que es ese daño, porque hay muchos daños y cada uno duele de una manera singular. Podría hablar, pero nadie quiere escuchar todo ese rollo tan poco profesional, y lo se porque el hecho de mantenerlo en lo convexo del cráneo tampoco es fácil.
Si hablara saldrías corriendo.
Si dejara que la sangre fluyera no me verías con los mismos ojos.
Si de verdad fuera como supuestamente ya soy no habría nadie ahí para verlo, porque por muy altos que sean los miuros que se hayan construido, guardo catapultas, y soy fuego, y soy capaz de derribar y quemar.

jueves, 4 de junio de 2015

Comprarme unos zapatos de salón, de los de poca plataforma y mucho tacón, de tacón en punta, y bailar clásico, con un vestido de los de antes. Que se ajuste en la cintura y que se lleve con los labios discretos. Que arrastre y peine en suelo.
Y bailar, porque mas que nada, soy de acción 
La verdad cada vez más difusa, y el café cada vez más amargo. Amargo porque sí, amargo para soportar las penas y amargo para endulzarlo con aguante.
La verdad cada vez más baja, y el café cada vez más cargado. Cargado porque sí, cargado para demostrar que siempre se puede un poco más.
La verdad cada vez más fría, y el café cada vez más caliente.
Y si en palabras de poeta se nos pierde el café y se nos atraganta la verdad, siempre quedará la leche para rebajarlo todo, y siempre quedarán las ganas, para mover montañas y cordilleras, para demostrar que el café amargo, cargado y caliente es como sabe mejor.