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domingo, 30 de junio de 2013

Breve y conciso.

Como un susurro, rápido y caliente, las sílabas más amargas son pronunciadas dejando un rastro dulce. Se relamerá los labios cuando acabe la frase y sonreirá como si nada. Su mirada será enigmática, y solo si la conoces bien podrás ver lo que esconde de verdad. Solo si la has visto llorar hasta reir y reir hasta llorar podrás descifrar que hay detrás de esa sonrisa eternamente imperfecta; porque nunca podrás saber qué piensa.

jueves, 20 de junio de 2013

Cuando no puedes reconocer que no has vencido.

Es un dolor que no duele. No es comparable a un golpe con una esquina, o a un hueso roto. Es un dolor solo comparable al vacío más lleno; al poder de la rutina de hacer que te acostumbres y después, dejarte abandonado al abandono. Solo entre la más soledad. Mucho más que el típico "solo entre tanta gente". Ese dolor no ataca a las terminaciones nerviosas de las neuronas haciendo que unos impulsos nerviosos recorran toda la médula de nervio en nervio hasta llegar al cerebro, hasta ser clasificado. Es un dolor imposible de calmar, una sensación de impotencia cuando sabes que dispones de todas las armas del mundo. Desesperación al estar en el frente de una guerra en la que la mayor arma eres tú. Saber que tienes todo un ejército a tus pies, pero la única persona que puede vencerte eres tú. Es un dolor que nace en ti, y que habita en lo más recóndito de tu cuerpo, que conoce tus miedos mejor que tú mismo, que ataca ahí donde nadie puede curarte, y que te hunde en el agujero más negro, ese del que nadie puede ayudarte a salir. Solo tú puedes escalar y ver la luz.
Da tantas ganas de llorar que sientes tu cuerpo como un lastre, que te envolverías entre mil mantas para que nadie te encontrara. Te hace sentir tan frío y vacío que ni todas las capas de ropa del mundo ni todo el calor humano de los brazos más fuertes podrían ayudarte. Sientes la piel de gallina y el cuerpo temblar, y no hay palabras que puedan describirlo. Es mucho más que una sensación de pérdida, que una preocupación. Es el poder de la enajenación, el sentir que todo lo que has vivido no ha pasado. Un dolor que te hace sentir que ninguno de tus recuerdos es real, que hasta las caras que has tenido a menos de un centímetro de distancia sean extrañas.

Chasing pavements.

Le gustaba escuchar esa canción porque era, precisamente, esa canción por encima de ninguna. Le gustaba imaginar que la letra era solamente para ella, y que era lo que él soñaba en silencio, a pesar de que pondría la mano en el fuego apostando que no era así.
Porque en el fondo le gustaba seguir pensando que eso que siempre había leído en sus libros existía.
"Todas mis pesadillas son sobre perderte"
"Real o no"
"-Alter all this time? +Always"
"Pienso en ti, princesa. Pienso siempre en ti"
"Ella ha estado siempre ahí, no entiendo como nunca he podido ver cuanto la quiero"
"He soñado siempre con tenerte aquí, ¿dónde te fuiste?"
"My nights haven't been the same since you're gone"
"Vendería mi poder de seducción por seducirte a ti"
Frases zalameras, tan poco sólidas como la ilusión más pequeña. Pero le gustaba imaginar, y ahí era donde se perdía.

lunes, 17 de junio de 2013

Somos sangre al corazón.

Es una manera de autodefensa. Es más fácil llorar si tienes la canción adecuada, y es más fácil salir del pozo de la soledad si encuentras el ritmo perfecto. Seleccionamos las canciones más deprimentes porque sabemos que en sus letras se esconce la verdad.
"Saben todo y más de tenerse en pie, de la soledad, saben por qué está siempre duro el pan"
Siempre están esos momentos de máxima euforia en los que estamos completamente seguros de que podemos hacerlo todo; pero cuando tropezamos y caemos no siempre es fácil reunir las fuerzas necesarias para levantarnos. Cuando no sabemos a donde agarrarnos para tomar impulso, dónde enganchar nuestros brazos, somos completamente conscientes de lo que está pasando. Desde el fondo lo vemos todo nítido, vemos como somos y qué somos, pero desde el más negro punto de vista, y eso nos empuja aún más abajo.  En esos momentos la música es lo único capaz de hundirnos hasta el mismo centro de la tierra y de elevarnos hasta el séptimo cielo; pero elegimos las canciones que hablan de depresión porque en esos momentos no hay optimismo posible.

Se acabó lo establecido porque me he mirado al espejo y he visto cuan marrones son mis ojos. He visto que mis pestañas no son tan cortas como creía, y que si que sé cómo guiñar un ojo sin parecer idiota.
Se acabó el verde mar, y el verde hierba. Ahora todo es verde botella de cerveza -y no me gusta la cerveza-.
Se acabó el marrón chocolate y el color café con nadie que no sea yo. Se acabó el rojo puta más allá de mis labios; al menos ese rojo puta que hice parte de mi identidad hace dos años. Fin.
Que de comienzo el proyecto de invención de verdades, esta es mi era, mi reino al servicio de mil reyes más.

martes, 11 de junio de 2013

No sé como caí tan hondo.

Un día que amaneció raro, que el sol salió por el mismo sitio (¿cómo iba a cambiar eso?) pero en sentido contrario. Una noche rara en la que la luna salió sin tacones. ¿A quién se le ocurre salir una noche sin tacones? Claro que no, si vas a triunfar, desde lo alto. Fue un día extraño, que empezó del revés y acabó liado. Sinceramente, fueron quince minutos raros, rápidos y sublimes.
Y creo que debería dejar claro que, después de todo, no soy una persona tan rencorosa como me gustaría, que no tengo el poder de guardar los recuerdos con odio para sacarlos a relucir cuando esté oscuro. Los guardo a buen recaudo  (y sé que un día explotaré), pero de una forma objetiva, sin sentimientos asociados. 
Recuerdo que un día, cuando tenía 12 años, me peleé con mi mejor amiga y deseé no haberla conocido nunca, entre otras cosas de las que me arrepentí. Y recuerdo esa noche como la peor de toda mi vida, pero no recuerdo el odio de ese momento, solo guardo el sabor salado de las lágrimas cuando no pude pasar más de un día sin hablar con ella y fui a su casa para abrazarla. 
Por eso he comprimido esas semanas (6 y media para ser exactos, pero no importa) y las he guardado en un rincón, tampoco pretendo borrarlas, pero sin rencores. ¿De qué me iban a servir? No, de nada, claro que no. Es solo que creí que lo entendía. Si entiendo a la primera las derivadas, los problemas de cinemática y los de dinámica y los de trabajo y energía (y a la segunda los de formulación), ¿por qué no iba a entenderlo a él? 
Debería de entender que yo no nado en oro líquido, que si quiero algo he de ganármelo, no me basta con abrir la boca y pedirlo, por eso no tengo ni un minuto libre por las tardes. Debería también de haber entendido que quiero hacer bioquímica, que es algo que me he propuesto (porque creo que es de las pocas cosas para las que sirvo de verdad) y para ello necesito unas notas muy altas porque ya no soy todo lo pequeña que querría, por eso dedico tantas horas a estudiar y por eso no puedo quedarme hablando hasta las dos de la mañana con él. Debería de haber entendido mis sábados sin salir, y mis viernes sin chupitos. Pero siendo honestos, también debería de haber sabido que, si me hubiese dejado demostrárselo completamente, le habría compensado con creces, porque sé lo difícil que soy, y lo difícil que son mis tardes y mis noches eternas.
Que como artista, yo también podría haber hecho esa obra de arte, pero tenía miedo (hpy, no pondré palabras malsonantes aquí). 
Y después de todo, no diré que me afecte, lo dejaré en que no entiendo como se puede estar así con una persona que admite haber jugado contigo solo porque tú también hayas jugado con ella (es una muy buena base de la que partir, sí señor). Hemos llegado a un extremo en el que ya nadie vale nada, él la ha escogido como a una manzana roja y brillante (bonita metáfora, ¿eh?, pero el rojo es mío, que nadie se equivoque) y ha decidido (literalmente) cuando morderla. La verdad, me alegro de que me echara (aunque decir que "yo me alejé" suene más ético, no fue así), no habría soportado otra vez luchar con todo lo que llevo dentro. Entiendo que prefiera eso, ya que esa manzana no trabaja por las tardes ni se preocupa en estudiar hasta las cuatro de la mañana por optar a un 8 en biología. Tampoco puede estar con él solamente cinco minutos en una tarde de miércoles porque tiene que trabajar y ha de irse corriendo, ni le dirá nunca que no puede quedar solo porque una amiga suya esté llorando. Pero no entiendo que no entendiera todo eso, simplemente lo acepto. 

domingo, 9 de junio de 2013

Siempre soy yo y mis labios rojos.

sábado, 8 de junio de 2013

Paint you wings

No es impotencia porque para eso primero debería haber saboreado la potencia del poder, y ese era un sabor que sus labios no habían probado, una sensación no clasificada por su lengua. De esa misma forma, tampoco es rabia porque no había rencor, y ella siempre había creído firmemente que ambos iban siempre de la mano. No son celos, una vez pasado ella nunca se preguntaba por el después, no existían las ganas de volver a poseer lo que ya no era suyo, ni de aferrarse a los fantasmas de la etérea presencia de lo que un día tuvo entre sus brazos. ¿Por qué iba a haber entonces algo? Es una sensación que le hacía completamente perder la fe en el orgullo.
Creía en el perdón como medida necesaria, como la única forma de matar al rencor clavándole un cuchillo en su único punto débil. ¿Qué está pasando? Todo ha llegado a un puno en el que el amor propio ha perdido la fuerza de levantar la voz, en el que se todos se arrastraban y dejaban a un lado el poder de hacer el mundo temblar con cada paso. Ambas partes lo hacían, y se encontraban en el suelo, luchando por ver quien caía más bajo. Una lucha de "contraorgullo". No entendía cómo la gente podía llegar a esos extremos, pero los enemigos del ayer eran amigos del presente y amantes planeados en un futuro desde un principio.

jueves, 6 de junio de 2013

Sabía que era lo mejor que le había pasado en la vida, que esperaría en esa acera viendo a los coches pasar, mientras los segundos corrían a su alrededor. Sabía que habría podido estar en ese mismo lugar años y años, viviendo de la estela de su recuerdo, respirando de ese suspiro que dejó escapar antes de marchar. Su mirada seguía perdida en el inmenso vacía de la oscuridad, y los puñales de la resignación se le clavaban cada vez más dentro. Porque más allá no había nada. La imagen de sus labios la mataba, porque recordaba cada beso que le había dado, y esa última vez en la que la despedida fue más agria que dulce, brillando por su ausencia. No había habido un adiós, pero sus miradas se lo habían dicho todo sin siquiera la necesidad de pestañear.