.

.

martes, 11 de junio de 2013

No sé como caí tan hondo.

Un día que amaneció raro, que el sol salió por el mismo sitio (¿cómo iba a cambiar eso?) pero en sentido contrario. Una noche rara en la que la luna salió sin tacones. ¿A quién se le ocurre salir una noche sin tacones? Claro que no, si vas a triunfar, desde lo alto. Fue un día extraño, que empezó del revés y acabó liado. Sinceramente, fueron quince minutos raros, rápidos y sublimes.
Y creo que debería dejar claro que, después de todo, no soy una persona tan rencorosa como me gustaría, que no tengo el poder de guardar los recuerdos con odio para sacarlos a relucir cuando esté oscuro. Los guardo a buen recaudo  (y sé que un día explotaré), pero de una forma objetiva, sin sentimientos asociados. 
Recuerdo que un día, cuando tenía 12 años, me peleé con mi mejor amiga y deseé no haberla conocido nunca, entre otras cosas de las que me arrepentí. Y recuerdo esa noche como la peor de toda mi vida, pero no recuerdo el odio de ese momento, solo guardo el sabor salado de las lágrimas cuando no pude pasar más de un día sin hablar con ella y fui a su casa para abrazarla. 
Por eso he comprimido esas semanas (6 y media para ser exactos, pero no importa) y las he guardado en un rincón, tampoco pretendo borrarlas, pero sin rencores. ¿De qué me iban a servir? No, de nada, claro que no. Es solo que creí que lo entendía. Si entiendo a la primera las derivadas, los problemas de cinemática y los de dinámica y los de trabajo y energía (y a la segunda los de formulación), ¿por qué no iba a entenderlo a él? 
Debería de entender que yo no nado en oro líquido, que si quiero algo he de ganármelo, no me basta con abrir la boca y pedirlo, por eso no tengo ni un minuto libre por las tardes. Debería también de haber entendido que quiero hacer bioquímica, que es algo que me he propuesto (porque creo que es de las pocas cosas para las que sirvo de verdad) y para ello necesito unas notas muy altas porque ya no soy todo lo pequeña que querría, por eso dedico tantas horas a estudiar y por eso no puedo quedarme hablando hasta las dos de la mañana con él. Debería de haber entendido mis sábados sin salir, y mis viernes sin chupitos. Pero siendo honestos, también debería de haber sabido que, si me hubiese dejado demostrárselo completamente, le habría compensado con creces, porque sé lo difícil que soy, y lo difícil que son mis tardes y mis noches eternas.
Que como artista, yo también podría haber hecho esa obra de arte, pero tenía miedo (hpy, no pondré palabras malsonantes aquí). 
Y después de todo, no diré que me afecte, lo dejaré en que no entiendo como se puede estar así con una persona que admite haber jugado contigo solo porque tú también hayas jugado con ella (es una muy buena base de la que partir, sí señor). Hemos llegado a un extremo en el que ya nadie vale nada, él la ha escogido como a una manzana roja y brillante (bonita metáfora, ¿eh?, pero el rojo es mío, que nadie se equivoque) y ha decidido (literalmente) cuando morderla. La verdad, me alegro de que me echara (aunque decir que "yo me alejé" suene más ético, no fue así), no habría soportado otra vez luchar con todo lo que llevo dentro. Entiendo que prefiera eso, ya que esa manzana no trabaja por las tardes ni se preocupa en estudiar hasta las cuatro de la mañana por optar a un 8 en biología. Tampoco puede estar con él solamente cinco minutos en una tarde de miércoles porque tiene que trabajar y ha de irse corriendo, ni le dirá nunca que no puede quedar solo porque una amiga suya esté llorando. Pero no entiendo que no entendiera todo eso, simplemente lo acepto. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario