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miércoles, 12 de abril de 2017

El amor, como la moneda, puede devaluarse. Cuando experimentas un amor tan grande, puro e incondicional -palabras únicas saliendo de mis labios- ningún otro tipo de amor está a la altura, y, en consecuencia, nada puede parecer suficiente. No estoy diciendo que esa sea la causa de mi frivolidad de espíritu, pero es así.
Desde que te vi por primera vez súper que iba a quererte siempre. Conocerte poco a poco y ayudarte a ser quien eres (y quien puedes llegar a ser) ha hecho que te conozca tan bien que dudo que nadie vaya a resultarme tan fácil ni tan difícil como tu; el tiempo contigo ha sido la mejor manera de ver que no hay pelea fundada, sino perdones cobardes y razones abstractas, y que si es contigo todo "lo siento" merece la pena. Eres el único hombre -y si me apuras la única persona- por la que soy capaz de tragarme este orgullo tan mío y hacer todo lo que me pidas, porque eres, sin duda alguna, el hombre de mi vida. Y desde que te vi por primera vez supe que iba a quererte siempre, aún sin conocerte y sin saber que clase de persona se escondía en ti, sabía que iba a quererte siempre y más que a nadie en el mundo. 
Y eso siembra la clara y pesada razón de que nunca ningún hombre me entenderá como tú, y que yo nunca podré querer a ninguno más que a ti, por lo que todos están condenados a vivir a tu sombra mientras que yo disfruto tu luz.
Atte: tu hermana.