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viernes, 10 de enero de 2020

réquiem de borrador

Me está matando tenerte lejos, pero sería infinitamente peor no tenerte, a secas.
Llevo incontables noches empezando párrafos en hojas que siempre acabo rompiendo, porque te echo tanto de menos que ni siquiera sé muy bien cómo poner por escrito este maremoto; te imagino sin dormir tirado en la cama. En la esquina donde hablamos de economía mundial, donde tantas cosas me enseñaste y arreglamos el mundo aquella tarde; esa era mi esquina favorita, y si cierro los ojos me veo cabeza abajo, con las piernas apoyadas en la pared y los ojos cerrados mientras me hablabas de teorías de mercado y movimientos monetarios de los que no había oído hablar en mi vida. Así, aquí, en mi propia cama y con los ojos aún cerrados, recuerdo muy bien el frío que sentía en las piernas desnudas, el escalofrío por los hombros y el calor de tu abrazo. Puedo sentirte rodearme y nos veo ahí, perfectamente encajados en 0’90. 
También soy capaz de verte de espaldas, trabajando desde tu almohada. Soy capaz de dibujar la imagen de tu espalda y los músculos de todo tu cuerpo moviéndose frenéticamente mientras tecleas el ordenador, con el ceño fruncido y colocándote las gafas; qué guapo estás cuando te concentras y creces. 
Te veo saliendo de la ducha mientras yo aún estoy aclarándome el pelo, y liarte una toalla mientras me pasas una a mí y, sin pensarlo, me vienen a la mente las mismas palabras que cuando esa imagen era vívida y no un mero recuerdo. 
Casi puedo tocarte, pero no.

martes, 1 de octubre de 2019

your own assassin

Hoy me han enseñado el fundamento del crujir de las extremidades. He aprendido que sé, aún sin ser consciente, que hay ciertas extremidades que tienen una movilidad definida en un plano y con sus límites, y lo sabía sin saberlo.
De la misma forma que disponía de esa información sin ser consciente, también he sabido siempre que sois -ambos- deplorables. No sé cómo en algún momento he podido compararos con él sin asustarme; supongo que porque encuentro las comparaciones denigrantes. Pero, en este caso, no puedo evitar pensar cómo habría sido con vosotros, qué sería diferente y -de forma inevitable- de qué manera sería mejor; ¿mejor contigo, homófobo camuflado, que escondes el odio (y el miedo) a todo lo diferente y aceptas el sometimiento de todo lo que no es como tú, o mejor contigo, que me habrías llevado de cabeza al vacío hasta consumirme en las dudas y la desconfianza (odio no poder confiar en alguien)? Decidme, quien me habría hecho más feliz; vaya ojo tengo. Mira que han sido años dando vueltas, vueltas diferentes.
A decir verdad, tú me pegaste más fuerte. Te vi con -lo que pensaba que era- transparencia, y me gustó tanto que no me lo creí, pero era todo mentira. En ese momento ya supe que eran líneas rojas, pero te vi tan bueno, tan enamorado de mí, que cómo huir de eso. Siento haberte hecho tanto daño, de verdad que quise quererte como tú me quisiste, pero no puedo aceptar ciertas partes de ti; no es intolerancia, de verdad, pero no te quiero en mi vida si no vas a aceptar como iguales a todos mis amigos. Tú ya me entiendes. Aunque eso no te dio derecho a todo lo que jugaste conmigo, a todo lo que me mareaste y a la montaña rusa en la que me tuviste, no quererte no fue algo que decidiera o hiciera con mala intención. 
Pero, para ser sincera, lo tuyo me lo vi venir muchísimo menos. Cuando me di cuenta estaba hasta las cejas y no me quedo otra que reírme y seguir así, riéndome. Qué bien nos lo pasamos siempre, todo el rato, y qué subidón cuando salía la luna eh; qué bien. Cuánta confusión, nunca me había costado tanto ver algo tan claro como verte a ti, fue la primera vez en mi vida en la que me engañé a mí misma para poder seguir jugando. Menos mal que me sinceré con la parte racional que habita en mi cabeza y fuimos cabales en conjunto. A partir de ahí, todo lo que viniera después está de más.

Y ahora, estoy en paz. No hay laberintos, ni ruidos, vueltas, necesidad constante del subidón, no hay ‘craving’. No tengo la relación de drogadicción que podría haber tenido contigo. Tampoco hay sumisión, ni adoración, ni celos, ni preguntas incómodas o sin fundamento; no tengo la constante sensación de deuda de gratitud y agradecimiento que sé que habría tenido contigo. En definitiva, no hay rasgos del clásico -y tóxico- amor romántico. 
Ojalá os conocierais.
Ahora vivo en equilibrio. Siento que vivo en una carrera de fondo sin obstáculos y que la marcha es buena, a secas. Los días que voy más lenta, me aparece la energía, y cuando me toca a mí tirar, basta con tender la mano. Ahora vivo en una montaña rusa entre el nivel del mar y las nubes, sin viajes sorpresa al infierno y, sobretodo, sin la dependencia constante de sentir algo. También ahora he descubierto la diferencia entre la adoración y la admiración; ahora me siento admirada e infinitamente valorada, pero no superior, me siento en el mismo plano que él, consciente de lo que puedo llegar a ser y en lo que puedo convertirme y 24/7 apoyada. No me siento presionada a justificar cada acción, ni tengo el miedo de que en cada esquina haya un nuevo motivo de celos disfrazado de preguntas ridículas que no tengo fuerzas -ni motivos- para responder. 
Ahora me quieren libre y plena. 
Menos mal que llegasteis, menos mal que os vi de verdad.




viernes, 23 de agosto de 2019

siempre nos encontraremos lejos,

Te irás.
Lo sabia cuando te conocí, lo confirmé aquella noche en mi cama después de una feria. Ahí pensé que podía quererte.
Un dolor de barriga, una noche que no acaba, entera sin dormir y llena de desesperación. Esa noche fue doblemente reveladora, para ambos; ahí te demostré que tolero muy bien el dolor, pero no el no dormir, y ahí me di cuenta de que ya te quería. Vaya susto, nunca había querido de esa forma. Esa noche no tuve musas, porque el dolor estaba siendo el característico, no tuve fuerzas para hilvanar palabras, pero te vi y se me llenó la cabeza de frases a medio terminar que pugnaban por ser escritas una tras otra. No hubo musas, y no me hicieron falta.

Te vas a ir.
Lo he sabido todo el tiempo, lo asumí y le planté cara a la bestia que me gritaba desde el pulmón. “Me da igual lo que encuentre allí si tú vas a seguir estando para mí”. Ahí dejé de mirar al techo después de cada polvo; se fue la sensación de tener que exprimir el tiempo; apareció la calma de saber que te ibas a ir, pero que daba igual.
De verdad que no sabía dónde me estaba metiendo cuando decidí irme contigo la noche que nos conocimos. Si hubiera sabido que iba a memorizar la forma lenta en que me besas cuando nos ponemos profundos, posiblemente habría huido, porque nunca había querido a nadie así, y hacerlo en la distancia es empezar bastante fuerte.

Ahora te vas, y ahora este texto tiene su propia banda sonora -cómo no, de Shinova-.
 Ya no tengo miedo.
Ha llegado el momento y estoy tranquila, me ahogo en palabras que decirte, en formas de expresarte que va a ser increíble, y que te voy a echar de menos, porque no sé cómo gestionar todo esto. Te vas tan lejos que no hay blablacar capaz de acercarme, así que vamos a tener que mantenernos cerca de cualquier otra forma.

Así, sin metáforas ni complicaciones. 
Cuando te conocí, no esperaba conocerte, estaba en la atalaya más cómoda y fue una fricción instantánea, física. Me cogiste la mano cuando empezó a llover, y cambiamos el rumbo, literalmente. 
“Vamos mejor a mi casa”
 Me sonaron las alarmas, las sirenas, se me dispararon las concentraciones de dopamina y norepinefrina; pero seguí. “Me iré”.
Y ahora, de verdad, te vas.
Y es como aquella primera noche en que llovió.
Otra vez te siento de la mano, aunque esta vez el contacto no sea real, aunque cambies el rumbo.

Vete, que sigo.

viernes, 7 de junio de 2019

Desde Dellafuente hasta Andy y Lucas

A solas te he dedicado mil canciones. Si las supieras todas, te parecería tan gracioso que quizá conseguirías entenderme. Te he dedicado baladas lentas, tristes, de las que hablan del desamor y la impotencia, por mucho que yo jamás llegara a sentir tanto; te dediqué mil veces sin que lo supieras mensajes de desesperación porque ataba segura de que me habías vuelto loca. Canalicé en canciones toda la rabia, toda la pesadez de sentirme siempre menos, siempre poco suficiente, siempre por debajo del listón; porque solo así podrías acercarte, bajando el listón, ¿no? 
Me esforcé tanto en entenderte que no lo conseguí, y me hacía pequeña con cada reproche que yo misma me hacía. Por no llegar nunca al 5 para aprobar -he pasado desde que tengo uso de razón odiando los ‘aprobaos por pena’, así que quédatelos-. Ahora lo veo clarísimo, siempre fui yo la causa última del huracán, por ser yo siempre la única dueña de mis neuronas y mis sinapsis; pero no nos engañemos, tú siempre lo has sabido todo y nunca me cortaste las alas, ni me hablaste claro, ni dejaste de buscarme, ni tampoco te molestaste en huirme en las distancias cortas. Así que sí, tú eres tan villano como yo en todo esto.
Te he dedicado canciones de reggaeton que ponen el orgullo por bandera, que usan como motor esa sensación de superación falsa que se crea cuando bebes y te sientes céntrico. Pero, cansada de ser luna, también pasé de eso.
Te pensé en las canciones que más cachonda me ponían cuando salía de fiesta, porque me molaba sentirme gilipollas cuando iba borracha -no tanto en la resaca-, y entonces me daba cuenta de lo realmente ingenua que estaba siendo y no había mejor agua fría en la nuca.
También te he dedicado rap. Rap de Rayden (el eterno exponente), rap de Zatu, de ZPU, rap de Shariff y de Rapsus; precisamente por esto te he dedicado rap sincero, desnudó, desolador y destripado. También te he dedicado verdaderas declaraciones en rap: de guerra, de paz, de ‘vete a la mierda’.

Y ahora ya no hay música.
Bueno, siempre habrá música, pero ahora todo tiene un sentido distinto. Ahora puedo bailar con los ojos cerrados sin dolor y sin deseos de venganza, sin declaraciones de ningún tipo. Ahora bailo con la levedad que produce empezar a leer de cero.
No ha sido de un día para otro, pero ya ves, ya no bailo a ese ritmo.
Gracias por los compases, perdón por el karma.

miércoles, 15 de mayo de 2019

B A C K to the night we met

Otra vez, pero muy diferente.
Los viejos reyes de la filosofía decían que las situaciones pueden cambiar todo sin percibirlo, que a veces cuando queremos darnos cuenta ya no reconocemos el contexto.   You
are 
gone.

No sé si le he fallado -a ella, que me observa y me espera paciente mientras la alcanzo, mientras me convierto en ese espejismo-, pero definitivamente lo hemos conseguido; todas. La niña pequeña que le dijo a aquel que “le ayudaría”, la pre-mujer que le dijo a él que “sentía no poder quererlo como él la quería a ella (que era mucho, pero mal)”, la mujer que se liberó y se acostó con quien quiso “con miedo a las explicaciones” y el fantasma de quien te conoció a ti y firmó con tinta invisible el contrato de juego; la que vendió lo que le quedaba de orgullo a un precio tan bajo que recuperarlo no ha sido nada fácil.
No se si les estoy fallando a todas ellas y a la mujer que algún día espero ser al haber llegado hasta aquí con esta ayuda, pero por el momento prefiero pensar que lo importante es haber llegado. 
Porque es así, he llegado.
La otra noche fue una de las del fondo de la longitud de onda; “estás igual de espectacular que siempre, porque lo eres”. Y me cayó hasta una eternidad.
No necesito compromiso, ni necesito palabras que lo líen todo más bajo la careta de resolver, pero este plus me ha abierto los ojos mucho más rápido de lo que esperaba. Estoy convencida de que podría haber acabado llegando a este punto igual sin este extra -porque estoy segura de que ella me habría mirado como quien te juzga duramente, y ni en los peores momentos me habría dejado caer en ninguna de las tentaciones que pudiera haber tenido- pero esto ha sido como pasar de caminar a correr una maratón. Y he llegado.
Jamás te pediré que me devuelvas nada de lo que me has quitado -que no ha sido poco, aunque no te hagas la más mínima idea, para mí esto ha tenido muchas más implicaciones de las que pueda parecer a simple vista- porque ya no lo necesito. He generado todo ‘de novo’, y no quiero nada de lo que pudiera tener antes, porque se hizo frágil cuando te conocí y se fue resquebrajando hasta que me rompí. 
Pero me he arreglado, sola o con algo de ayuda, me he recompuesto.
“Tienes una personalidad tan magnética que cuesta creer que te doblegues ante nada ni nadie”
Quédate lo que conserves aún, quédatelo de recuerdo porque he salido de la parábola y, aunque ya no haya ningún tipo de riesgo, no quiero volver a ese punto; ya no por el peligro, sino por amor propio. 
No quiero más palabras vacías.
Todo bajo control, más que nunca.
Todo bajo control, perfecto para volver.
Reset (esta vez no acabaré con puntos y comas porque no creo que tenga más que decir).

lunes, 25 de marzo de 2019

3: la realidad

Esta está siendo una noche difícil. Todo acto genera unas consecuencias que responden, en última instancia, a un torrente hormonal, y en esa explicación subyacen el maremoto y su causa, todo fluyendo por mis venas; conociéndome no podías esperar ningún otro tipo de explicación a la que achacar todo esto. Independientemente de la incidencia, nada está siendo raro -al menos, no tratándose de mí-.
Cuando tomamos una decisión, nuestro cerebro secreta una cantidad de dopamina capaz de hacernos sentir invencibles, poderosos, y, sobretodo, fuertes. Se crea una situación que nos convence de haber tomado la decisión adecuada y nos impulsa a seguir, sea lo que sea que signifique eso. La dopamina es lo que nos hace llevar a cabo aquello que tanto miedo nos da, y se mete en los surcos cerebrales hasta el hiocampo para susurrar cerca de los nervios auditivos que, entre todas las opciones, hemos elegido la mejor; por eso la dopamina es efímera, para separar una vida valiente de una de imprudencia. Cuando este pico cae, la noradrenalina y su prima salen a jugar, y comienzan a oscilar en torno a la línea basal de serotonina, creando una realidad paralela donde creemos que estamos seguros. En ese punto alcanzamos una situación de comodidad que se asemeja tanto a laverdad, que aceptamos que hemos alcanzado el equilibrio, y que ahí acaba el torrente, y el terremoto, y todo movimiento tectónico capaz de sacudirnos; pero la serotonina, más que efímera, es caprichosa, y no se deja seducir. Cuando se cansa de que bailen a su alrededor, comienza a ser recaptada por las neuronas secretoras, y las receptoras dejan de expresar sus receptores, y entonces la serotonina pasa a dejar de ser estímulo para bailar sola en las cavidades sinápticas; esto quiere decir que deja de hacer efecto, y cae tan bruscamente que todos los demás neurotransmisores dan igual: sin serotonina ni hay fiesta.
Creo que se me ha acabado la serotonina y lo veo todo borroso. Creía haber alcanzado el equilibrio, pero estoy en la parte baja de la trayectoria de la onda. Entiéndeme, esto era de esperar, pero esperaba que el desencadenante fuera algo más potente. Joder, estoy harta.
Y lo peor es que ni siquiera puedo encontrar la causa. 
Ha sido un fin de semana duro; y lo ha sido porque empiezo a admitir que tenías razón, y que claro que echo de menos, y que claro que echo de menos hablar contigo. No, echo de menos hacer el gilipollas contigo como llevo haciéndolo tanto tiempo, aunque eso significara volverme pequeña y alejarme de todo lo que quiero llegar a ser. Odio que tengas ese poder, y no sé cuanto voy a tardar en quitártelo; ahora mismo, ni siquiera sé si podré quitártelo.
Segundo asalto: voy a recorrer todo el cuadrilátero en busca de guerra, pero con los puños bien guardados. Estoy aprendiendo artes marciales y ahora sé cómo se espera un ataque; sé que jamás atacarías, pero defenderme de tus fantasmas crea la misma ilusion que la serotonina, me hace sentir protegida aunque la amenaza ni siquiera sea real. Porque jamás atacarías.
Espero poder volver y seguir estando lejos, y lo espero de verdad porque el tiempo es lo más subjetivo que existe, y aunque un mes sea muy poco tiempo, podría convertirse en un mundo si tengo que volver a empezar de cero.
Quiero septiembre con verano en Madrid; con verano de cardiopatías raras pero con incidencia regular. 

miércoles, 13 de marzo de 2019

2: aunque es de noche

Me gusta 
no pensar en ti 
porque así me distraigo y apenas te miro.
Te miro desde lejos y no te veo,
porque cómo iba a verte
si ya llevamos tiempo de espaldas.
¿Podrías mirarme cara a cara?
Lo verías todo.
Y entonces sé 
que serías tú 
quien dijera.
Y el punto y final se adelanta, y todo se queda a medias, en standby; siempre vivimos en standby, porque siempre hemos sido así mutuamente. 
Pero me está gustando este standby. Me gusta no acordarme de ti, y me gusta darme cuenta por las mañanas cuando ya ha pasado la noche. Me gusta esta pausa porque mis sinapsis, por primera vez en mucho tiempo, se han relajado, y, aunque pueda parecer contrario, tengo la dopamina por las nubes.
Y avanzo; en qué dirección; te lo diré cuando llegue.
It makes me feel dizzy.
C u (‘cause I always saw you).

sábado, 9 de marzo de 2019

1: either you swim or you drown

A veces me gusta escribirte como las matemáticas (¿he llegado a contarte que es mi carrera pendiente?), de una forma exacta, precisa y directa; pero en esas ocasiones el destino es más caprichoso que nunca, y siempre tengo cerca un papel. Cuando llego a este punto me invaden la vergüenza y la locura, pero también la claridad y la cordura, y escribo de una forma tan cruda que resulta revelador. Leerme en esos momentos me hace avanzar. Tengo que admitir que, cuando escribo de una forma directa, hay tanta rabia en mis metáforas que pierden su esencia, como la madera que olvida que alguna vez fue un tejido vivo y se condena al fuego; y entonces soy directa y no me ando con preámbulos. Si algún día me leyeras, posiblemente correrías. 
Pero jamas dejaría que esas palabras fueran tecleadas. Cuando ese sentimiento anida en mi estómago, crece a tal velocidad que solo las transmisiones neuronales nerviosas pueden seguirlo, y entonces mis nervios se coordinan y solo mi mano puede responder; créeme, no es que no quiera escribirlo, es que solo escribiéndolo en papel soy capaz de dejarlo salir. Si no me vaciara de vez en cuando ya habría abandonado. 
La versión que conoces de mí es tan subjetiva que no estoy segura de que se corresponda con lo que soy de verdad, pero quien me conoce sabe que solo el papel dice siempre la verdad, no matter what. Conóceme a tu forma. Imagina cómo soy. ¿Cuanto conoces? Haz una porra.
Conocer los secretos de alguien no es conocerlo, al menos no del todo.
Haz una nueva porra.
Creo que siempre me decepcionó que no supieras leerme, leer en mí; pero cómo pedirte un C2 de un idioma del que apenas posees el B1. Ya me estoy yendo otra vez, pero lo que quiero (quizá necesito) es que entiendas que lo inaccesible que hay en mí está mucho mejor así, inaccesible, de forma que no puedas decepcionarte.
Pero este no es un manifiesto doloroso. Ni siquiera de rebeldía o rencor. Este es un manifiesto de aviso y vacío, y no será el último.
3:23 am 

sábado, 2 de marzo de 2019

cocaína

Claro que siempre tendré cosas que decirte, como ese comentario que se queda entre los dientes y purga por salir; pero mis labios aprietan más fuerte.
He pasado del “te siento” al “lo siento” tan rápido que no entiendo el proceso, pero confío en mi mente -como siempre he hecho- como mi máximo poder. 
Siempre me quedaré con ganas de decirte todo lo que ya sabes, lo que está ahí, pero que hasta que no forme con palabras y le de voz, no será real. El problema es que si lo digo, no habrá vuelta atrás, pero tú seguirás y yo me quedaré clavada; es mucho más difícil de lo que parece cuando se me traba la lengua y se me atasca el cerebro y no sé qué decirte.
Habría sido mucho más fácil escribírtelo. 
Muchísimo más, con tal de no tener ese sabor a despedida. “Hasta cuándo”; hasta cuándo si ya estoy hasta el cuello. 
With the same damn hunger.

Jamás se me ocurriría decir que eres como un cancer, jamás haría tal demagogia de la ciencia, ni la usaría para tal fin. Pero sí eres como la cocaína; siempre voy a querer volver a ti, en todos los sentidos, pero sé que me acabarías consumiendo antes de que me diera cuenta. Porque yo siento fuerte, aunque sienta poco, y soy hermética, y por eso necesito que aprecies el valor de decirte a la cara -a los ojos- lo que podrías llegar a ser para mí. 
Yo siento fuerte, y eso quiere decir que si me dejo llevar no podría soportar que tú siguieras como hasta ahora, porque no es recíproco. 
Si sigo consumiendo acabaré con el sistema nervioso destrozado (sin necesidad de metáforas) y llegará un punto donde necesite más, pero no podré aumentar la dosis; y entonces me veré adicta y con el mono. Craving. ¿Y entonces qué?
Dices que puede no pasar.  
Pero lo sé.
Y yo me recompongo sola.
Pero elijo cómo me rompo.

Selfish.

Pero me moriré de ganas de habértelo dicho, de no haberme girado. De haberme quedado ahí, donde me gusta estar aunque sepa que las autoridades no puedan enterarse.

Fin del prólogo. 



domingo, 17 de febrero de 2019

bouncing

Tengo tantas tormentas ahora mismo que ni siquiera sé cómo hablar de ellas.
La más importante es la que menos importancia tiene, pero descarga tan a menudo que a veces dudo de su naturaleza; llegan lluvias torrenciales desde el foco (siempre el trópico) y convierte el calor en infierno, tanto que hasta el hierro se funde. Y entonces pierdo mi fuerza, toda la que pueda tener, y pierdo el poder de pisar fuerte. Esa tormenta arrastra todo mi potencial, todo mi arsenal, y rebota en cada reflejo haciéndose más fuerte. Hay días en los que solo queda el eco de lo que un día pudo ser un terremoto; pero otros el mar cobra vida, y nace un maremoto, y entonces no puedo dejar de llorar. Esta tormenta me hace sentir pequeña, paradójicamente, y genera tal impacto que hasta acarrea repugnancia; en este orden, siento asco, y solo queda esperar a que pase. Duele tanto, que hubo un momento de mi vida en que pensé que podía más, pero no es verdad. Esta tormenta ha tenido tantas recidivas que apenas recuerdo estapas en las que no haya estado en guerra; los más cercanos sabéis las peores, pero he de confesar que ha habido más. Que, diariamente, siempre hay más. 
En un plano siempre paralelo está la tormenta meridional, que empieza en mi parte racional y llega hasta los pies, partiéndome en dos y haciendo que la parte más sensata que hay en mí arda hasta morir. Cuando esta tormenta estalla, genera en mí una soledad que no sé cómo describir con palabras, que no duele, pero que da forma a tantas preguntas que no sé responder, que mi cabeza empieza a girar y me mareo. Esta tormenta es fría y poderosa, y da lugar a espirales profundas que hacen que me pierda y pierda de vista mis preferencias. Me hace sentir débil ante la mujer que quiero ser; pero no puedo evitarlo. Esta tormenta ni siquiera nace en mí, pero la alimento sin querer, y cuando ataca, he de admitir que lo tengo merecido.
Como las cabañuelas en verano, tengo otras tormentas que nacen de las anteriores, y que atacan igual de fuerte y descargan, pero pasan y dejan calma hasta que vuelven. Dejan un tiempo que normalmente va lleno de orgullo, y de promesas, de compromiso y de propósitos; pero suelen ser mentira. Cuando atacan, dan fuerza a las otras dos, y entonces no sé cómo ser yo misma. 
Supongo que, por esto, yo no podía ser de otra forma; de ninguna otra forma que no fuera un huracán.