.

.

sábado, 2 de marzo de 2019

cocaína

Claro que siempre tendré cosas que decirte, como ese comentario que se queda entre los dientes y purga por salir; pero mis labios aprietan más fuerte.
He pasado del “te siento” al “lo siento” tan rápido que no entiendo el proceso, pero confío en mi mente -como siempre he hecho- como mi máximo poder. 
Siempre me quedaré con ganas de decirte todo lo que ya sabes, lo que está ahí, pero que hasta que no forme con palabras y le de voz, no será real. El problema es que si lo digo, no habrá vuelta atrás, pero tú seguirás y yo me quedaré clavada; es mucho más difícil de lo que parece cuando se me traba la lengua y se me atasca el cerebro y no sé qué decirte.
Habría sido mucho más fácil escribírtelo. 
Muchísimo más, con tal de no tener ese sabor a despedida. “Hasta cuándo”; hasta cuándo si ya estoy hasta el cuello. 
With the same damn hunger.

Jamás se me ocurriría decir que eres como un cancer, jamás haría tal demagogia de la ciencia, ni la usaría para tal fin. Pero sí eres como la cocaína; siempre voy a querer volver a ti, en todos los sentidos, pero sé que me acabarías consumiendo antes de que me diera cuenta. Porque yo siento fuerte, aunque sienta poco, y soy hermética, y por eso necesito que aprecies el valor de decirte a la cara -a los ojos- lo que podrías llegar a ser para mí. 
Yo siento fuerte, y eso quiere decir que si me dejo llevar no podría soportar que tú siguieras como hasta ahora, porque no es recíproco. 
Si sigo consumiendo acabaré con el sistema nervioso destrozado (sin necesidad de metáforas) y llegará un punto donde necesite más, pero no podré aumentar la dosis; y entonces me veré adicta y con el mono. Craving. ¿Y entonces qué?
Dices que puede no pasar.  
Pero lo sé.
Y yo me recompongo sola.
Pero elijo cómo me rompo.

Selfish.

Pero me moriré de ganas de habértelo dicho, de no haberme girado. De haberme quedado ahí, donde me gusta estar aunque sepa que las autoridades no puedan enterarse.

Fin del prólogo. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario