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viernes, 16 de marzo de 2018

S H A R P

Llevo varios días dándole vueltas a esta idea, y he de admitir que aún no tengo del todo claro la forma que quiero darle; me encantaría poder decirte todo esto a la cara (mirándote a los ojos y a ver qué analizabas entonces) pero no tengo el valor ni la intención de hacer más daño, así que acallaré esta necesidad -egoísta hasta la médula- poniéndolo por escrito y haciendo de esto un intento de manifiesto fallido.
Por mucho que me moleste tener que admitirlo, estás mucho mejor sin mí. Sé que tienes la sensación de que solo he sabido lo que quería cuando ha sido tarde, pero mi orgullo necesita que deje constancia de que no es así, de que llevo moldeando ese sentimiento desde septiembre, con el detalle de que cuando ya lo había tenido al sol y al viento y estaba segura de querer dar un paso firme, tú le diste la vuelta a todo e hiciste que fuera en falso; y me caí. Pero me levanté, y lo logré justo para la cuesta, para la guerra y la batalla, para ganar; ganar todo lo importante, pero no ganarte a ti. Creo que después de todo esto puedo decir que durante la embestidura usé un par de cartuchos para ti, pero después de la estocada final me quedé sin fuerzas ni ganas ni razones para seguir atacando -justicia poética I guess-, así que me retiré.
Estás mejor sin mí así, de forma que puedas ser tú mismo desde el principio, con una mente clara donde puedas nadar sin miedo a los tiburones; porque soy tóxica, y no puedo evitarlo. 
De tanto pelear conmigo misma he formado una trinchera y ya no sé de qué me escondo, pero lucho contra toda estimulación parasimpática que implique la tríada hormonal fatal, que lleve a la liberación de dopamina, serotonina y adrenalina que pueda hacerme sentir algo. Y tú estabas ahí, animando a ese bando que algunos ineptos no adeptos a la ciencia llaman corazón o alma o vete a saber qué, pero formando conexiones neuronales nuevas, o haciendo plásticas uniones ya existentes, pero haciendo que mi torrente sanguíneo se convirtiera en el correo mensajero de guerra. Cada noche una odisea. Hasta que te vi en otra batalla; y entonces yo rompí mis sacos, llené de arena mis cuevas y enterré todas las armas. Porque ahí me reconcilié con mi cabeza, y lloré porque la ausencia de una bandera blanca en mi desierto. 
Por eso sé que estás mejor sin mí, y ojalá consigas encontrar en guerras extranjeras la paz que anhelas, porque tu espíritu tiene esa naturaleza y solo así podrás aullar.
(23/3/18)