.

.

martes, 24 de febrero de 2015

'Cause I know I don't understand just how your love can do what no one else can

Demasiada vida por delante y tan poco alcohol en las botellas.
Cuando me dejaste me bebí todos los fondos y me acabé todas las copas que nos habíamos prometido;
y fue ahí cuando yo te dejé.

Hace demasiado tiempo te habría pedido, te habría pedido que me dejaras treparte.
Que me dejaras colarme una noche entre los botones de tu camisa, esa que se pone con un traje,
y que me dejaras tatuarte mis labios en el pecho a besos
porque nadie entiende mejor ese arte
que los escalofríos que nacen en el sitio donde muere la espalda y desafían al tiempo
corriendo hacia donde nace.

Pero no en el caso de tu columna.

¿Te acuerdas cuando me dijiste que creías en mí?
Mentiroso, nunca creíste mis ojos, no mi cabeza, ni siquiera creías a mi boca.
Nunca creíste que fuera capaz de ello, pero siempre me decías que sí para que te abriera las puertas
del océano que escondo;
del océano que escribo.

No hizo falta mucho tiempo para que tú solo te desnudaras, y daba igual la ropa que llevaras
porque no me hicieron falta mis gafas para ver que en realidad
no vales nada más que un invierno que no tiene nieve,
que solo tiene frío.

Junio caliente.
Julio advirtiendo.
Agosto quema, agosto agotador.
Septiembre cuesta arriba.
Octubre pulido como un espejo.

Y el invierno entró este año en novmienbre, desafiando a los diecisiete anteriores y a todos sus ardores de inocencia.

martes, 17 de febrero de 2015

Prosa contra los herejes II

Es increíble como se puede echar de menos el arte de las letras. Hace tiempo que no desenfundo la escopeta y te mato a balazos; dime, de 0 a 10, ¿cuánto lo echas de menos? Aquella noche fuimos mas mariposas que gusanos, y ahora que he vuelto a mi capullo me entretengo bailando por tu tripa como bailan los mosquitos alrededor de tus lunares. Esta noche yo también me frotaré bien las manos antes de acribillarte. Cuánto tiempo, hay que ver.
Cuando éramos más jóvenes siempre tuve palabras de sabiduría psra lo que entonces me parecía un mundo necio, inocente de mí que no sabía que los necios eran sus pobladores, y los pobladores de sus corazones.