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viernes, 7 de junio de 2019

Desde Dellafuente hasta Andy y Lucas

A solas te he dedicado mil canciones. Si las supieras todas, te parecería tan gracioso que quizá conseguirías entenderme. Te he dedicado baladas lentas, tristes, de las que hablan del desamor y la impotencia, por mucho que yo jamás llegara a sentir tanto; te dediqué mil veces sin que lo supieras mensajes de desesperación porque ataba segura de que me habías vuelto loca. Canalicé en canciones toda la rabia, toda la pesadez de sentirme siempre menos, siempre poco suficiente, siempre por debajo del listón; porque solo así podrías acercarte, bajando el listón, ¿no? 
Me esforcé tanto en entenderte que no lo conseguí, y me hacía pequeña con cada reproche que yo misma me hacía. Por no llegar nunca al 5 para aprobar -he pasado desde que tengo uso de razón odiando los ‘aprobaos por pena’, así que quédatelos-. Ahora lo veo clarísimo, siempre fui yo la causa última del huracán, por ser yo siempre la única dueña de mis neuronas y mis sinapsis; pero no nos engañemos, tú siempre lo has sabido todo y nunca me cortaste las alas, ni me hablaste claro, ni dejaste de buscarme, ni tampoco te molestaste en huirme en las distancias cortas. Así que sí, tú eres tan villano como yo en todo esto.
Te he dedicado canciones de reggaeton que ponen el orgullo por bandera, que usan como motor esa sensación de superación falsa que se crea cuando bebes y te sientes céntrico. Pero, cansada de ser luna, también pasé de eso.
Te pensé en las canciones que más cachonda me ponían cuando salía de fiesta, porque me molaba sentirme gilipollas cuando iba borracha -no tanto en la resaca-, y entonces me daba cuenta de lo realmente ingenua que estaba siendo y no había mejor agua fría en la nuca.
También te he dedicado rap. Rap de Rayden (el eterno exponente), rap de Zatu, de ZPU, rap de Shariff y de Rapsus; precisamente por esto te he dedicado rap sincero, desnudó, desolador y destripado. También te he dedicado verdaderas declaraciones en rap: de guerra, de paz, de ‘vete a la mierda’.

Y ahora ya no hay música.
Bueno, siempre habrá música, pero ahora todo tiene un sentido distinto. Ahora puedo bailar con los ojos cerrados sin dolor y sin deseos de venganza, sin declaraciones de ningún tipo. Ahora bailo con la levedad que produce empezar a leer de cero.
No ha sido de un día para otro, pero ya ves, ya no bailo a ese ritmo.
Gracias por los compases, perdón por el karma.