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lunes, 24 de marzo de 2014

If you're in, you know I'm in.

http://www.youtube.com/watch?v=wvRkZiBFR2Y&feature=youtube_gdata_player

No entiendo por qué en las películas todos los entierros son en un día de lluvia y con todo el mundo mojándose. ¿Acaso no mojan ya suficiente las lágrimas? ¿no calan por dentro las ganas de llorar? Me parece una metáfora demasiado satírica, las nubes deberían dejar a la gente llorar a sus muertos en paz.
El tiempo debería dejarme llorar y descargar esta rabia por la vida que se ha vuelto contra mí y ha intentado derribarme tirando uno de los pilares que me sostenía; este odio por ese dios al que ella tan ciegamente se aferraba, me gustaría poder hablar con ella para que me dijera que hay ahí arriba, para que me dijera si sigue amando tanto al supremo que la ha tenido dos meses sufriendo y al final me la ha quitado en un aliento y sin que yo estuviera ahí. Dios no existe, y si lo hace, no merece ser alabado, ni rezado, ni idolatrado.
En un entierro, el día debería permitirme echar este dolor que, al más puro estilo de Miguel Hernández, de me agrupa en el costado y que por doler me duele hasta el aliento, el parpadear. Debería permitirme gritar en la puerta de su casa todos los días que le queden y regocijarme con el recuerdo de una yo con diez años menos montando en bicicleta y riendo con ella, con su fantasma, con el de su risa. El tiempo podría permitirme recordar nítidamente las tardes cosiendo, las bufandas que me ha arreglado y todos esos juegos que nos hemos inventado, y debería tener la decencia de no arrancarme ni un detalle, porque son míos.
El karma, el destino, goku, un puñado de fuerzas interactuantes o lo que haya ahí arriba deberían dejar que me sacara el pecho y me estirpara el alma, porque asi no quiero estar, porque asi no puedo estat. Deberían darme la fuerza que me han quitado, porque juro que la usaría para seguir adelante, pero la cuenta me sale a deber, y eso es una injusticia.
Necesito que este día se pare para mí, que me deje sentarme sola mientras todos están quietos y llorar como hace años que no lloro, desde dentro, con suspiros y quejidos; necesito romperme la voz a gritos, y el pecho a golpes, y la barriga a bocanadas de aire, para sentir asi que tengo la vida que a ella se le ha escapado. La tenía cogida con hilos de seda, deseosa de que se le fuera, de poder irse de aqui, pero hoy necesito que este día me deje ser egoísts, porque yo la quería conmigo un par de añitos más. Siempre un poco más, porque con una abuela una vida es poco y yo apenas le he saboreado 18 años.
Ahora que sé lo que necesito, me habría gustado poder pedirle a este día que no llegara nunca, porque ella creía en mí y yo iba a hacerlo, iba a ser lo que quiero para que estuviera tan orgullosa de mí como lo está de mis mayores.
A este día de primavera que pintaba del color del humus le diría que fuera bueno y guardara las apariencias, que ya estoy lo suficientemente calada

domingo, 23 de marzo de 2014

Sin color y sin sentido, sin muertos y sin heridos.

De carne a azul, de cielo paso a hierba y después, si me queda sangre, entonces llego al rojo. Paso por el sol, por los nubarrones y por el arco iris entero, pero vaya, que me sonrojo.

Las palabras que se llenan las he dicho sin hablar, y sin hablar me he quedado cuando quería gritar.

Me he dejado por el camino la vergüenza y los colores como quien se deja la vida o un bolso, y sin querer, al final me sonrojo.

domingo, 16 de marzo de 2014

Ebrios de lúceros

Ahora es cuando todo va extremadamente bien, o extremadamente mal, depende de si eres un loco o un suicida.
Ya me haces escribir.
Tardes que me saben a ti, domingos calados porque están llenos hasta las trancas de minutos que se dilatan por sacar tiempo de donde no lo hay, pero se saca. Lunes cansados y ansiosos por descansos entre párrafos que entran de memoria; martes imposibles entre trabajo y clases particulares (dadas por un lado y recibidas por el otro) donde ni maestros ni alumnos coinciden, porque no sería posible. Miércoles cortos entre las cinco y las siete, y jueves gemelos a los martes. Viernes semieternos y tardíos, nocturnos pero compensantes. Sábados benditos, benditos sábados enteros, y volvemos a empezar. No vamos como deberíamos, ni como recomiendan, ni del derecho ni del revés; vamos. Y ya está. ¿Y para que complementar una frase tan simple? Luego nos liamos al analizarla, asi que mejor la dejamos así y hacemos una estructura oracional perfecta mientras me tumbo a tu lado y te escucho.
"Me siento desnuda", pero aunque vaya vestida, ¿cómo iba a esconderge algo si a veces parece hasta que me lees la mente? Sé que me entiendes aunque tú no lo entiendas, y sé que lo sabes aunque no sepas decirlo.
He de decir que ese miedo que me invade y me corroe cada vez que empiezo a sentie sería mortal si no fueras tú, pero lo has aplacado en el segundo asalto, y ya no acecha, ni me molesta, ni me quita el sueño, y supongo que te estaré agradecida siempre por ser el primero en hacer eso.
Dicen que esto es raro, que se veía venir pero que nadie esperaba que luego nos mojaran las horas, pero y a mi qué más me da.
Yo me siento ómoda, y que vengan las nubes si tienen que venir porque estoy agusto, y, chulo, que agusto se está cuando se está agusto.

miércoles, 5 de marzo de 2014

Cuando Max le dijo a Liesel que escribiera no se refería nada en especial. Sinplemente le pasó en un aliento el arte milenario que le marcaba en su naturaleza judía, y Liesel pasó a ser un poco menos "buena joven alemana" a cambio de una gran tortura.
Cuando estoy tan aprisionada que mi mundo me parece pequeño veo las paredes venirse abajo, y ya ni escaparme me salva, porque el arte que nace de mi cabeza no es arte, y de escribir me canso porque de anhelar espero que surjan esas chispas para que todo cobre un poco de sentido. En esta locura cuerda que me aferra ya no me queda nada donde agarrarme y no caerme, así que simplemente floto, simplemente escribo, simplemente pierdo el tiempo en encrucijadas que no me dejan volar, pero a las que me ato desesperadamente. Ansia de libertad que no dejo salir, ganas de desmadre a las que temo, pies que me queman por correr, corazón que los frena por cobarde. Hace mucho tiempo que cambié mis papeles y lo hago sola, sola con mis letras y mis frases sin sentido, mis deja-que-te-cuente-que y millones de historias que nunca acaban y mueren en el hastío que separa boca y mente. Me encerré cuando empezó a haber peligro y tuve miedo, lo reconozco, pero no por eso me asusto, ni huyo, ni echo en cara, porque ahora que he crecido y puedo salir no pagaría por volver a estar como he estado. Qué tortura debe de ser entenderse a uno mismo y escribir sin piedad, qué tortura el comprenderse, qué tortura el conocerse. Cuanto orgullo caducado, cuantos mundos separados. La traición me cortó, y cosí puntada a puntada con hierro fino un nuevo hilo. Mis peores miradas ahora van con diana, y dardo a dardo envenenado me descargo un poco más. Pero qué desgracia el no escribir, qué desgracia no tener papel, qué desgracia saber que lo básico sigue igual. ¿Cómo vamos a avanzar si no nos movemos, si a cada pasito que damos adelante nos empujan para atrás? La locura los domina, los corroe y los incita a eso que los peores llaman pecado; "reprímete, desvergonzado" gritan una y otra vez, y su parpadeo constante les invade, les ataca, porque hasta el más cerrado parpadea, y pierde minutos al final.
Malsonante es este ruido que no cesa, y no sus palabras.
Malsonante es el presidio de las voces que nos chillan.
El va y ven, el frenesí y el cosquilleo que quiero guardar en un tarrito, porque se avecina tormenta y tendré que limpiar después.
El misterio.
El "entre líneas"
El después.
El "continuará"
El "fin"
El "nunca más"