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jueves, 29 de diciembre de 2016

Pensaba el almirante que el capitán se había vuelto de raso, que había colgado las medallas para ser otra vez soldado. Olvidaba el almirante, siempre hecho a la burguesía, que un capitán es capitán siempre, y lucha y aguanta cuando el barco tira a la tormenta.
Cuando llegan las olas y voltean la realidad, y lo inundan todo, sabe el capitán que su lugar está con su barco, cabeza abajo en la arena y con los pulmones encharcados. Y cuando el sol lo despierte y carcoma la arena de los mástiles y la tela de las velas, sabe un buen capitán que de nada sirve lamentarse o enfadarse, que su objetivo ha de ser el de reparar su barco, y cuidarlo porque es lo que lo salva del mar ahí fuera.
Me pido capitán.