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viernes, 23 de mayo de 2014

El día que no pueda más, voy a matarte.

Si corres es porque yo te doy la ventaja de estar seguro de que yo iré detras, si no no sé a cuento de qué ibas a hacerlo. Si corres solo, luego habrás de volver de una u otra manera, y es trabajo en vano. Pero no es asi, corres porque cuando frenes cansado del trayecto y te des la vuelta para calibrar distancias yo estaré llegando icondicional, con ese "no matter what" que tanto te gusta aunque nunca lo digas; y acompañado la vuelta siempre es mejor, lo entiendo.
Si echaras a correr con dudas, serían ellas las primeras en correr, dejándote a ti clavadito en el suelo con tu porte y tus maneras. Claro que cuando divisas el camino y evaluas los posibles daños siempre sueles arrepentirte y te sientas, es normal, yo también lo haría; por eso precisamente te digo que no pienses, que la mitad de las cosas tienen más sentido sin sentido; pero nunca me haces caso. Tú solo corres cuando te hierve la sangre, eres el claro ejemplo de la claridad y la seguridad en esos momentos: corres aunque no merezca la pena, aunque parezca que vas a tener que volver solo, aunque las distancias sean grandes. Y a pesar de que crees que lo has decidido solo como una persona adulta, tu Pepito Grillo ya te ha susurrado previamente que no vas a estarlo. Te lo suelta bajito y a suspiros para que no lo oigas del todo, para que puedas decir que lo hiciste porque quisiste, pero permíteme decir que el peor silencio no es el de la nada que se oye, el peor es el de las palabras que no se oyen, porque no deben ser oidas.

jueves, 22 de mayo de 2014

Situación actual: musa en busca y captura, nervios okupas, pecho contra pared.

miércoles, 21 de mayo de 2014

Prosa contra los herejes I

A favor de un mañana mejor, siempre mejor, y mirando hacia delante, el único determinante temporal que nos ofrece un verdadero contexto sin rencor, la posibilidad de ver más allá de los horizontes que nos marcan, porque asi es imposible amar.

sábado, 17 de mayo de 2014

Te voy a enseñar lo que escribo como quien se enamora

Te voy a enseñar lo que escribo como quien se enamora. Voy a mostrarte poco a poco y a medias pequeñas muestras de mí administradas con cuentagotas, porque al fin y al cabo mis creaciones no tienen explicación. Con el tiempo verás que soy cambiante y estática a la vez, comprenderás mi carácter y aprenderás a predecirme. Entenderás todas mis reacciones cuando me conozcas.
Te voy a enseñar lo que escribo como quien se enamora. Quiero decir que voy a confiar en ti hasta presentarte todo lo que me da miedo, hasta gritarte bajito que necesito que me ayudes. Y voy a confiar en que no huyas, en que aceptes que soy carbón y en que no ataques mis puntos débiles. Con esto quiero llegar al punto de dejarte claro de que voy a desnudarme de vergüenza, de ruidos y de capas de cebolla, que voy a permitirte verme como soy, y que ahí no voy a esperar nada.
Te voy a enseñar lo que escribo como quien se enamora hasta tocarte el alma de persona a persona, sin importar más, sin saber si quiera si yo a ti te conozco. Voy a apostar por ti, y voy a dejar que sepas como amanezco y como atardezco, y como me quemo. Voy a depositar en ti la parte tropecientas de mi tesoro, y si sales corriendo dejándome arruinada y a la intemperie no voy a reprocharte nada, porque verás que, realmente y de verdad, no soy rencorosa. Verás que me olvido, que no elijo mis ataques, que pido perdón por mí y por todos mis compañeros y que también suelo equivocarme con la confianza y el interés, y luego me hago de cemento.
Te voy a enseñar lo que escribo como quien se enamora porque esto que hago es para mí, tan íntimo y preciado que tienes en tus manos la potencia para aniquilarme. Pero confío en que no lo hagas.
Te voy a enseñar lo que escribo como quien salta y se deja, quien sangra y no sufre, como quien se suicida y vive; y, más que nada, te voy a enseñar lo que escribo como quien se enamora.

miércoles, 14 de mayo de 2014

En la postguerra, la opulencia era la clave. Las mujeres canosas y con más lustros que el sol salían a la calle con la finalidad de ser vistas enjoyadas, con todas sus alajas como si fueran medallones de soldado; las mujeres ancianas que comían pan y sardinas y tenían racionalizado hasta el aire. Los mediantes y los contactos incorpóreos, personas que no existían en realidad más allá de su cabeza, pero daba igual porque hasta un mes podrían haber pasado sin comer con tal de poder lavar ese traje de seda que tanto caché les había dado años atrás. Hoy en día, sus hijas y las hijas de sus hijas salen al sol en tacones, con trajes de falda y chaqueta y su mejor pintalabios pulseado con la misma razón: aparentar apariencias, valga la redundancia. Orgullosas, altivas y caprichosas, nostálgicas de un pasado en el que su estilo era lo último y nadie imaginaba un fin de año sin sus básicos. Nadie imaginaba un París innovador, ni siquiera una Florencia cambiante. Nadie esperaba que el Quijote pasara de moda, ni que muriera Franco, y mucho menos que superáramos el año dos mil. Nadie aceptaba el cambio democrático que Adolfo Suarez planteó, y muchas fueron las bocas que quedaron mudas cuando las mismísimas cortes franquistas aceptaron la propuesta transitoria. Pocos esperaban que el rey fuera un asesino, o la reina una cornuda, o que una mujer pudiera optar al trono español. Y a pesar de todo, las señoras siguen saliendo al sol por las tardes como si fueran plantas que necesitan la energía lumínica; salen a lucirse y a dudar del color de un futuro que tan extraño y difuso se presenta, ante un presente que nadie esperaba y con odio hacia la generación que otra vez pretende cambiarlo todo. La generación "antinatural" -dicen- que dará un vuelco al mundo como vienen haciendo las antepasadas siglos atrás. Pero claro, ante la posibilidad dinámica de los días, poco les queda que hacer esas señoras que no han trabajado más que clandestinamente, que han asumido su papel de mujer sumisa y dependiente, a esas mujeres a las que tanto les ha costado llegar hasta donde están ahora y llegan justo cuando cambian las reglas del juego.

domingo, 11 de mayo de 2014

Antes de nada, promete que no contarás nada a nadie: lo que te voy a contar es una neura resultado de un momento de debilidad y puede que mañana me arrepienta. Pero mañana será tarde, hasta dentro de unos minutos será tarde, porque no será ahora; asi que voy a aprovechar este ahora y su tremenda banda sonora de piano para confesar que no creo que pueda hacerlo, que me da mucho miedo fallar y que digan lo que digan, me falta confianza y me sobran motivos. Me falta tiempo, me faltan formas, me falta concentración, me falta fe, me falta café y me falta el alma. Me falta espacio, capacidad, fuerza. Y me sobra sueño, miedo y necesidad. Estoy segura de que me arrepentiré de esto, pero soy un todo o nada, y si fallo no creo que pueda rectificar. Me falta aplomo, porte, concentración, maneras; me falta la vida para estar orgullosa de mi. Me falta confianza.
Me faltan guerras; me sobran armas. O puede que sea al revés.

Desde que estoy en segundo de bachiller soy menos yo, más yo.

Desde que estoy en segundo de bachiller soy en mi casa siempre la primera en levantarse y la última en acostarse. Soy la última en apagar la lamparita y recoger los trastos, en pasearme y comprobar que todo está en orden: todas las ventanas cerradas si es invierno y todo ventilado si es verano. Soy la que menos duerme, la que menos descansa, la que más viajes hace de un lado para otro, la que menos tiempo pasa en mi casa, la que encuentra más atractivo en los sillones del tranvia. Desde que estoy en segundo de bachiller soy, de mi familia, la que menos lee, la que menos ve la tele y la que menos uso hace de internet.
Desde que comenzó este año me he familiarizado con el café de todos los colores, con mi escritorio y con el tacto del papel. Desde que estudio biología sé que mi memoria es increible, y que el cuerpo humano es apasionante. Desde que doy química he comprobado que el entendimiento llega a límites inexplorables. Y desde que estudio matemáticas sé mejor que nadie que los días tienen 30 horas para mí (o al menos eso creo).
Se que soy la que menos tiempo pasa en pijama, la que menos momentos tiene en la cama. Pero soy también la que más sueña. La que más presión tiene sobre sus hombros, la que más se exige a sí misma. Desde que estoy en segundo de bachiller veo el futuro tan cercano que me asusta, pero no por eso me acobardo, ni me asusto ni me escondo, simplemente aprovecho que estoy despierta y sueño como nos enseñaron de pequeños. Este año tengo la sensación de que ya no soy la misma, de que puedo con un millón de cosas de las que el año pasado me habría creído incapaz, y además puedo con todas a la vez. Sin pausas, sin 'breaks', nada. "Ya descansaré cuando me muera" como filosofía del año más duro y más satírico que hay. Bueno, los habrán más duros, estoy segura de ello, pero ahora estoy preparada; y el año pasado no habría podido decir lo mismo.

domingo, 4 de mayo de 2014

I'm learning how to live life on my own

A lo mejor es una falta de respeto abusar de la prosa, y del verso y de todos los recursos literarios que algún día alguien con complejo de poeta barroco inventó, y sería mentir si dijera que no me importa (porque respeto las palabras y sus técnicas más que a nada) pero lo haré de todas maneras, aceptaré mi pena con gusto si es el precio a pagar.
Me muevo como las letras, sin un fin y sin saber quien se me va a pegar al lado, y a la vez parte de un todo, con un objetivo fijo e inmutable. La plenitud no existe, es solo un farol que solemos adornar con los clásicos que todo el mundo conoce: los "y solo cuando..." y los "créeme que entonces juro por los vientos que...". Tengo el tiempo dividido y optimizado, y en las respiraciones que me he guardado para hacer textos me he impuesto la necesidad de hacerlo de forma pura y sin adornos, me he propuesto volver al "escribir por el placer de escribir" y nada más, sin más sentidos ni tergiversaciones. Solo eso. Los minutos que se unen en horas como se unen los fosfatos a las adeninas son solo mediadores en el espacio en el que habito, y como tales no tienen más función que la de apresurarme y empujarme poco a poco, ser esa mano que, aunque cueste reconocer, todos necesitamos. Me construyo sobre los ideales que me forman, y así sucesivamente entro en el ciclo de mis días, comprimiendo algunos tiempos y expandiendo otros hasta sacar 25 horas. Hay quien dirá que exagero, que tanto estudiar me va a acabar volviendo loca como le pasó a Don Quijote, y para ellos no hay respuesta. Solo pienso que los malos humores, los despertares, las noches que más que noches son siestas... Todo, todo merece la pena si al final has adquirido armas. Cuando era más joven solían decirme que mis estudios serían mi preparación para la guerra de la vida, y creo que ahora sé que no se referían a ganar dinero y sobrevivir. Al fin y al cabo, voy a pasar la mayor parte de ella con un papel bajo los dedos, y ya estoy segura que no pararé hasta saber que no es sangre sino tinta lo que fluye, asi que mejor te dejas de mentiras y de juegos y me cedes el honor, que mis semanas son mías le pese a quien le pese.

viernes, 2 de mayo de 2014

Querida mini-yo pensante:

Cuanto tiempo a la sombra, hola otra vez. Te he echado mucho de menos, hablar contigo ha sido a veces lo mejor, dejarte hablar, más bien. Perdóname por haberte amordazado, por haberte acallado y haberte obligado a guardar silencio en mi cabeza para dejar sitio a esas reacciones químicas inacabables. Lo siento, pero tienes que entenderme: yo no me olvido de ti, ni de la importancia que tienes en mi cordura, no te olvides tú de darme las largas de vez en cuando, aunque sea muy de vez en cuando, para recordarme quien soy, quienes somos, quien eres. Cuando empecé a escucharte me asustaba todo lo que decías, todo lo que yo decía, pero mis manos se movían sin permiso ni piedad, no podía frenarte. El material de tus palabras es pesado, suave como la seda y contundente como el odio que tienes tan a ratos. Te tengo dicho que dejes en paz a esa parte vengativa que hay en mi, que te limites a tu papel, el de soltarme y susurrarme en el lobulo palabras y frases, pero tú sigues aliandote con otros componentes. Ya me la liaste cuando te uniste a una parte tan idéntica a ti que se te hizo la lana un ovillo, aprende a controlarte. Ya me hiciste perder los nervios y la compostura cuando me gritabas tan alto que me hacías llorar y querer taparme los oidos (y la cabeza) para no oirte. Aprende a doblegarte y hazme un poco de caso. Sé que pasarás de mis palabras y seguirás torturándome cuando peor me venga, pero quiero una tregua porque sé también que pronto voy a necesitar que colabores.
Au revoir
Tu jefa.