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miércoles, 14 de mayo de 2014

En la postguerra, la opulencia era la clave. Las mujeres canosas y con más lustros que el sol salían a la calle con la finalidad de ser vistas enjoyadas, con todas sus alajas como si fueran medallones de soldado; las mujeres ancianas que comían pan y sardinas y tenían racionalizado hasta el aire. Los mediantes y los contactos incorpóreos, personas que no existían en realidad más allá de su cabeza, pero daba igual porque hasta un mes podrían haber pasado sin comer con tal de poder lavar ese traje de seda que tanto caché les había dado años atrás. Hoy en día, sus hijas y las hijas de sus hijas salen al sol en tacones, con trajes de falda y chaqueta y su mejor pintalabios pulseado con la misma razón: aparentar apariencias, valga la redundancia. Orgullosas, altivas y caprichosas, nostálgicas de un pasado en el que su estilo era lo último y nadie imaginaba un fin de año sin sus básicos. Nadie imaginaba un París innovador, ni siquiera una Florencia cambiante. Nadie esperaba que el Quijote pasara de moda, ni que muriera Franco, y mucho menos que superáramos el año dos mil. Nadie aceptaba el cambio democrático que Adolfo Suarez planteó, y muchas fueron las bocas que quedaron mudas cuando las mismísimas cortes franquistas aceptaron la propuesta transitoria. Pocos esperaban que el rey fuera un asesino, o la reina una cornuda, o que una mujer pudiera optar al trono español. Y a pesar de todo, las señoras siguen saliendo al sol por las tardes como si fueran plantas que necesitan la energía lumínica; salen a lucirse y a dudar del color de un futuro que tan extraño y difuso se presenta, ante un presente que nadie esperaba y con odio hacia la generación que otra vez pretende cambiarlo todo. La generación "antinatural" -dicen- que dará un vuelco al mundo como vienen haciendo las antepasadas siglos atrás. Pero claro, ante la posibilidad dinámica de los días, poco les queda que hacer esas señoras que no han trabajado más que clandestinamente, que han asumido su papel de mujer sumisa y dependiente, a esas mujeres a las que tanto les ha costado llegar hasta donde están ahora y llegan justo cuando cambian las reglas del juego.

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