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miércoles, 17 de junio de 2015

Mirando atrás no hay viento que sople, ni ninguna montaña que se pueda mover aunque sea de arena. Lo único que da fuerte en la cara es la inmadurez y su frescura, la debilidad y la fuerza de la curiosidad; está el olor de la cobardía, el dolor, la necesidad, la aceptación, el reproche, el miedo, el fracaso. La decepción. 
Mirando atrás no hay mar que pueda ahogarnos; ahora somos mas fuertes, menos nosotros de lo que jamás hemos sido y más personas, más mentes propias y limpias. Aún no hay viento, pero toda la arena del mundo es poca, y no molesta en los pies al caminar. Ahora hay menos desastre, menos organización, mas cooperación; el caos que nos ahoga es la suma del orden que habitamos.

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