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martes, 5 de mayo de 2015

Me cuentan que ahora te va el rollo Sócrates, que te has pasado a la lectura negra y que ya no ves nada en azul. Me cuentan que andas por la calle y todos los perros te ladran, que se apartan cuando te ven venir -cuando te ven llegar- y que hacen el silencio a la vez, y que los ecos de sus ladridos se mezclan con todo lo que eres y todo lo que puedes ser cuando te vas. Me cuentan que, ahora que se lleva ese rollo descuidado, te ven caminar como si no te preocupara nada, que ahora libras las batallas en silencio y que te pierdes en los mares eutrofizados de lo verde en los semáforos. Ahí yo no los creo, no imagino como de repente se te ocurre atacar Roma, con lo que tú eres, y dejar atrás esos paraísos de aire artificial que tanto te van en realidad. Me cuentan que se te escapan los tranvías, los autobuses, que se te escapa la vida sin saber que hacer y que nadie te imagina  en un futuro a secas -¿y si nos mojamos?
Me cuentan que eres nadie, que eres todos, que piensas como el colectivo que odias y que nadie te entiende, que te mezclas entre la gente -o eso intentas- y que al final tiendes a ahogar. A ahogar los miedos, la fuerza, a ahogarte tú, a ahogarlo todo menos las promesas, porque a tu palabra le rezaría más de uno.
Me cuentan tantas cosas que creo que se confunden de persona; me cuentan que te han visto volar, y ahí estoy segura de que hablan de ti.

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