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viernes, 23 de agosto de 2013

Esa noche salí a la calle y abrí los ojos para ver que todo dormía. Mis pupilas se dilataron al igual que la luna se refleja en el mar, de una manera limpia y clara. La oscuridad era una intrusa, para que engañarnos, las farolas caprichosas se empeñaban en esconder a las estrellas vergonzosas. Había un perro que ladraba sin obtener respuesta, pero ni el silencio consiguió acallar su rabia. En ese momento sentí que podría correr y que nadie me encontraría si cerraba los ojos. A lo lejos las luces de una fábrica seguían encendidas, pero todo estaba en calma porque todo dormía. Apostaría mis dedos a que habían millones de personas despiertas, pero todo dormía. Allá en lo alto del puente donde un día tuve vértigo podría haber visto el río correr y haber muerto en ese mismo instante porque hasta el agua lo hacía. Recuerdo con claridad que esa noche las luces de la ciudad se peleaban por ver cual brillaba con más elegancia, pero el equilibrio total era tan perdefecto que al final hubo un empate. Podía sentir las mentes despertando a la mañana, pero esa noche todo dormía. Nuevas ideas, nuevas metáforas, nuevas maneras de sonreir en una foto. Todo era nuevo porque todo era ancestral. Podría haber reído de la euforia del momento si no fuera porque las señoritas como yo no deben gritar. Es debido a esa sencilla ley que cerré los ojos y tomé aire con más intensidad que nunca y creí con cada parte de mi cuerpo que sería capaz de volar y grité sin que nadie me oyera. Si hubiera habido alguien allí conmigo habría podido ver una sonrisa profunda como el mar, pero a pesar de estar en medio de un veedadero gentío, esa noche estaba orgullosamente sola. Me senté en un banco y comprobé que tengo mucho que decir, y, ante la inapacidad de gritar como una loca en medio de la calle, saqué una libreta y apunté todas mis locuras; pude comprobar también que nadie las entendería mejor que yo y tomé la decisión de dedicar siempre un rato a hablar conmigo misma y a ofrecerme mi propia ayuda. Ese día comencé a entenderme. Ese día recuerdo que todo dormía porque algo grande despertó en mí y el resto del mundo se vió obligado a mantener el eterno equilibrio. Ese día empecè a escribir.Recuerdo que cuando todo empezó a despertar fuí yo la que durmió'

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