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martes, 5 de noviembre de 2013

Legados de otoño.

Le miró a los ojos y lloró. Lloró con lágrimas, como llora todo el mundo. Sintió su pecho combulsionar y le faltaba el aire, pero esa noche sintió que moriría de tristeza. Que le expliquen como se supera un abandono, una elección, que le expliquen de que va el juego de los dados.
Puede sonar típico, pero ahí fuera llovía y hacía frío, y el olor a noviembre le calaba los huesos. La noche idónea para llorar. No hicieron falta palabras, y aunque no le conocí, estoy segura de que necesitaba que alguien le explicara por qué quería lo que más le hería. ¿Por qué se encerraba y se reprochaba hasta la forma de andar? Tanto dolor le acabaría destruyendo y el mundo dejaría de conocerle. Un tesoro perdido en la ignorancia de saber que lo cambiante hechizó a lo permanente hasta el letargo incongruente.

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