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lunes, 15 de septiembre de 2014

Fria y eterna.

Como el mármol.
Gélida.
Como el hielo cortado en cristal.
No queda en ella un ápice de bondad porque todo se ha consumido como si fuera leña para el fuego. Con el crepitar de la madrugada se hace nueva, y entonces ya no le duele, porque ya no siente. Le late el corazón como la máquina a la que se conectan los enfermos terminales y los inconscientes eternos, si le diera un infarto se podría culpar a sí misma de eutanasia.
La realidad es que nadie la comprendía porque desde el momento en que comenzó a conocer el mundo decidió cerrarse, y asi sigue. La infancia se le escurrió sin que pudiera echar a correr tras ella como hacían el resto de niños.
Una persona de las del tipo Effy.
Eff, qué te han hecho, Eff.

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