.

.

sábado, 20 de septiembre de 2014

Déjame entrar.

No es una orden, ni mucho menos, no te confundas. Es una súplica, más bien. Prometo no hacerte daño y no traicionarte; prometo creer en ti y levantarte.
No sé como ayudarte, lo reconozco, pero si que sé como intentar hacer que todo sea más leve, que todos esos colores te pesen menos en la espalda. A veces no sé que es peor, si que lo veas todo en blanco y negro y sin matices (sin dolor y sin alegría, absolutamente en la nada) o que lo veas todo a color. La variedad puede traer consigo sensaciones mejores de lo que nunca hayas podido imaginar, pero como una buena amiga me veo en la obligación de advertirte -y porque, qué cojones, porque quiero que lo sepas- de que también te mostrará oscuridades mas inmensas que el universo; no tengas miedo. Estaré contigo sea como sea, en la monotonía y en la diversidad, no importa con qué partes te quedes. Nunca voy a echarte nada en cara, ninguna decisión ni ningún sentimiento; porque vamos, acéptalo de una vez: tu sientes. Sientes como todo el mundo y ha llegado el momento de que te des cuenta de que ese no es motivo suficiente para acuchillarte en silencio día a día. A todos nos ha atormentado alguna vez algún sentimiento, pero tú eres diferente; tú sientes y dejas que te coma por dentro, tú eres más puro que el resto. Supongo que no es algo que este en mi mano, pero, sinceramente, no pasa nada. No me importa que seas así -de hecho me gustas así- y no voy a intentar cambiarte. Eres mi amigo, puro y hermético como eres, y eso es indiscutible le pese a quien le pese.

No hay comentarios:

Publicar un comentario