.

.

lunes, 5 de septiembre de 2011

So good.

Caminar por la playa es algo bonito e irrelevante. Bueno para la circulación, o eso dicen. Algo que provoca un sentimiento de libertad, de grandeza y de pequeñez a la vez. Es algo que nunca nos podrán quitar, el olor a Tierra, los castillos de arena, esos largos paseos con el agua hasta los tobillos, el hecho de que las olas vengan furtiva y salvajemente hasta ti y que tras correr entre los dedos de tus pies vuelvan al mar. Sentirte pequeño ante la inmensidad del mar, del que no se ve el final, preguntarte el por qué de un millón y medio de cosas y, casi sin darte cuenta, entre dudas, ver el sol escondiéndose por el horizonte. La espuma recorriendo cada rincón de tu piel y, tras un acto suicida, perderse entre la arena empapada. Ese escalofrío que el agua produce al entrar en contacto con tu piel, romper su tranquilidad y entrar en ella, moverte libremente a través como si no hubiera mañana y, al salir, respirar aire fresco. Descubrir un mundo más allá de lo que vemos. Esto, amigos míos, es el Mar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario