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viernes, 22 de enero de 2016

Ahora que los champanes me saben a aguarrás

Y no lo ves, tú nunca ves, o eso o hacer ojos ciegos se te da mejor que ponerlos. Dulce pecado de lo consciente maniatado y preso que grita por gritar, por poder decir y chillarte a la cara las cuatro verdades que se esconden en cada forma que tengo de mirar.
Pero no lo ves, tanto tiempo observando y no lo ves, o no lo quieres ver.
Sigue lloviendo, siguen cayendo piedras, pero te sienta bien el paraguas que te regalé, espero que resista mucho tiempo más y no te salpique lo que sea que manche.
Por no ver, no ves caer la noche pero podes ver amanecer; cómo ibas a ver la belleza del respirar si aún no has aprendido a escuchar. Te cierras a la noche y pides a un ser extremo que te abra las puertas, que te ilumine el camino, pero cuando tiro de las cortinas me ordenas que te deje seguir durmiendo. No, tú no ves nada, y las personas ciegas no pueden sentir de forma pura. Has manchado de negro el lienzo blanco que te ofrecí de tanto cerrar los ojos, de apartar la vista, de sembrar sombra donde solo había hueco para el negro de las letras grabadas. 
Sigue sin ver. Sigue en tu ceguera de sentidos. Sigue en tu rincón, pero no esperes que algún día acepte tu ayuda.
Te necesito ahora, y no me vale un después.

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