.

.

sábado, 9 de junio de 2012

Trought the motions.

-Papá, cuéntame como fue- dijo mirándole con interés.
-¿Cómo fue qué, hijo?- Le respondió mirándole por encima de su periódico, sin apartar mucho la vista de su crucigrama.
-Ya sabes, la primera vez que te enamoraste- Su mirada se desvió hacia el suelo enmoquetado color madera.
-Bueno verás...- Cerró cuidadosamente el periódico, procurando que ninguna hoja se doblase, doblándolo y colocándolo en la mesilla de cristal que había al lado derecho del sillón sobre el que estaba; se quitó las gafas y las dejó encima del periódico y miró muy fijamente a su hijo- Tenía 16 años cuando creí por primera vez que estaba realmente enamorado. Iba al mismo curso que yo, y se paseaba siempre con una sonrisa de triunfadora en la cara, con su grupo de amigas. Era preciosa,- su mirada se iluminó y sonrió con nostalgia- su  su pelo era muy liso, como la paja, rubio y brillante, y sus ojos negros como el carbón, como la más grande oscuridad, eran capaces de atravesar hasta a hombre más duro. Vestía de forma provocativa, pero no lo suficiente como para que la insultaran por ello. Sabía exactamente hasta donde podía o debía enseñar. Su novio era de segundo de bachiller, repetidor, 19 años. Medía 1.90, le sacaba dos cabezas a ella, estaba fuerte, mucho, y tenía un aspecto un poco macarra que a ella le encantaba. Decía mucho la palabra "dabuti" que por aquella época era lo más -el hijo rió ante aquel comentario-
-¿En serio?- Preguntó.
-Completamente- soltó un risa breve- Y eso  a ella le encantaba, lo veía como un acto de modernismo enorme. Recuero como, a la salida, la entra y en los cambios de hora, iba a su pasillo para verla pasear y oirla reir. Como ya te he dicho, era preciosa.
-¿Que pasó con ella?- Se incorporó y cruzó sus piernas.
-Pues un día, mi mejor amigo por aquella época, Pablo, me aconsejó y logró hacerme lo suficientemente valiente como para hablar con ella. Y lo hice, vaya si lo hice. La esperé en un recreo y le hablé. Con la escusa de que necesitaba ayuda con el inglés, y para pedirle unos apuntes, le pedí si quería venir a casa una tarde. En ese momento se me paró el mundo. Yo ya había hecho mi parte, solo faltaba que me contestara, y esos segundos se me hicieron eternos. Hasta que sonrió con dulzura y dijo "Claro, ¿qué tal esta tarde a las seis?" justo entonces sonreí como un idiota, asentí, y me largué, corriendo, feliz. Todo iba según lo previsto, iba de camino a casa cuando su novio me paró y comenzó a darme una paliza brutal-él gesticulaba imitando los golpes que le atizó mientras su hijo le escuchaba asombrado, con cara de indignación-. Nunca supe por qué lo hizo exactamente, pero supongo que por celos. Solo se que esa tarde, nadie apareció en mi casa para ayudarme con el inglés. El día siguiente ni siquiera me miró, ni me sonrió, ni tampoco nos cruzamos en los pasillos. Ese día, a la hora de la salido se acercó a mi una chica de unos 14 años, de pelo rubio, bufado, en un intento de llevarlo liso fallido, con unos ojos verdes penetrates, expresivos. Sus labios eran finos, y hablaban con timidez. Llevaba algunos libros pegados al pecho, como una colegiala infantil, y antes de hablar, miró a ambos lados como para asegurarse de que nadie nos observaba. Entonces me miró y me contó que era su hermana, y que el novio de esta le había prohibido volverme a hablar o a ver.
-Por dios papá, parece el típico cuento de hadas de amor imposible- suspiró
-No hijo, no. Déjame continuar. Tuvo que repetírmelo un par de veces ya que no la escuchaba. Me quedé embobado mirando aquellos ojos, el temor de que el novio de su hermana la viera reflejado en ellos y me prometí que no dejaría que la tocase. No sabía muy bien como era ella, no la veía mucho, y casi siempre iba mirando al suelo, las pocas veces que la había visto. Pero era, si es que era posible, más bonita que su hermana. Sus rasgos eran menos perfectos, menos meticulosos, pero era como un ángel. Y justo cuando ese pensamiento me vino a la cabeza supe que era ella, y no su hermana. El tiempo pasó, y hablaba cada vez un poco más con ella, sin llegar a ser muy amigos. Me contaba ciertas cosas, sin llegar a darme del todo su opinión. Sin embargo, yo sabía todo lo que callaba, porque sus ojos me lo contaban- Mientras hablaba sus ojos se iluminaban cada vez más. Tras una larga pausa, continuó- ¿Sabes? Nunca supe realmente como era su pelo hasta que le gastaron una broma y acabó metida en la fuente del instituto empapada. Tuvo que cambiarse, pero su pelo acabó secándose al aire libre. Era rizado, y no liso bufado como siempre lo llevaba. Recuerdo que cuando le pregunté que por qué no se lo dejaba siempre asi, me contestó que quería ser como su hermana. Cuando la vi en un chandal viejo, con el pelo mojado y rizado, supe que la quería, y que estaba enamorado de ella.
-Vaya un plasta- Contestó riendo.
-Eh, tú me has preguntado, hijo- Dijo riendo. Seguidamente se levantó, dispuesto a seguir con sus crucigramas.
-Espera, espera, ¿Qué pasó?-
-Verás, el verano llegó, y los abuelos decidieron mudarse, por lo que me cambiaron de instituto. Y no volví a saber de ella. Hasta que en la universidad conocí a tu madre. He de reconocer que cuando la conocí, el sentimiento que tuve fue exactamente igual que el de la chica con ojos verdes. Pero esa vez, me dije a mi mismo que no podía dejarla escapar.

El hijo rió y se levantó, cogiendo su skate y marchándose, poniendose sus cascos y repitiéndose una y otra vez, que si ella le sonreía, el daría el primer paso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario