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miércoles, 9 de septiembre de 2015

En dirección

En mi opinión la fuerza de la gente no debería medirse en ninguna de esas tonterías que tan de moda están ahora. Lo de caer y levantarse tantas veces como sea necesario suena bonito, y en la práctica queda de lujo, pero somos seres con la increíble capacidad de pensar y la maldita necesidad de relacionarnos. Desarrollamos lazos a veces tan fuerte que llegamos a sentir pieles ajenas como propias, y en esos supuestos nos vemos en casos en los que los rasguños duelen el doble.
La fuerza de las personas debería ser un balance entre la capacidad de reacción cuando algún ser querido sufre y el cariño que somos capaces de aportar para sacar a esa otra persona del foso en el que está. Cuando cualquier cosa afecta a una persona, esa persona puede desarrollar la capacidad de reponerse; pero cuando el dolor es infringido a otro ser, y resulta además querido, esa capacidad se vuelve increíble hasta el punto de sacar fuerzas del propio dolor y aprovecharlas para aliviar.
Y es que somos seres malditos, sí, pero hay que ver qué bonito es necesitarnos. Qué bonito pensar en alguien cuando tus pesadillas se revelan con la almohada e invaden el mundo. Qué bonitas las palabras que se dicen sin pensar, y qué bonitos los silencios que han decidido divorciarse de la trémula incomodidad que los ocupa y los llena sin dejar ningún espacio a las miradas que se cruzan y se quedan. Qué bonito el pensar.
Qué bonito el ser fuerte.
Y más bonito aun ser fuente de fuerza. Ser apoyo, ser causa y a la vez consecuencia.

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