.

.

lunes, 15 de diciembre de 2014

Me gusta la navidad, no por el ambiente consumista, ni por el sentido religioso.
Me gusta caminar por la Gran Vía y ver las luces, y me gusta ver las caras de los niños pequeños porque sé que la mía es igual. Me gusta el frío si es en la calle, me gusta enrrollarme en una bufanda y taparme la nariz, y echar mucho vaho por la boca al respirar. Me gusta caminar con las manos metidas en los bolsillos y me gusta ver a la gente moverse con prisa y con el reflejo de la ilusión de sus hijos grabado en sus miradas.
Me gusta cenar con mi familia, comer con mis amigas, jugar a ser pequeña otra vez y olvidarme de que ahí fuera el mundo es una fiera que amenaza con mordernos a todos cualquiera de estos días. Me gusta poner la mesa, pero solo si es en el mantel rojo de casa de mi abuela, el de las cenas que quitan las penas. Me gusta poner el árbol con mi hermano y mi prima, y hacer el tonto con los adornos. Me gusta respirar en diciembre, y quiero que llegue enero porque es la rama de la que salen volando las perdices de los cuentos.
Me gusta la navidad porque consigue que me olvide del rencor, y todo aquello que le echaría a todo el mundo en cara. Me ayuda a relajarme y a sentirme "zen", y me gusta la sensación de sentirme en paz, aunque solo sea por una vez, conmigo misma. La navidad es esa parte del año en que mi cabeza me saca la bandera blanca y me da una tregua; no es que cierre esa fuente que siempre esta manando, simplemente la suaviza y deja que las palabras salgan cono cae el suave goteo de un grifo, poco a poco, que no queremos inundaciones.

-A ti, que me has hecho decirlo y me has invitado a escribirlo. A ti, porque sé que lo leerás, feliz navidad-

1 comentario: