.

.

jueves, 11 de diciembre de 2014

Videodiario

Fíjate que al principio no me gustaba el olor a látex. La primera vez que entré a uno de estos me impactó el olor, y me costó demasiado el simple hecho de regular a mis ojos los oculares del microscopio. No me gustaron las mesas. Tienen unas baldas bajas muy incómodas y no hay donde poner a salvo los papeles, siempre se me acaban manchando de algo. La segunda vez que visité el P14 me clavé las pinzas para trabajar en la placa Petri, y el montaje de la muestra me quedó tan mal que ni los eritrocitos se reconocían. Mira hasta que punto empecé con mal pie, que la primera vez que pisé aquel laboratorio me puse la bata del revés y perdí una goma. Además, no había aquel día ni una talla de guantes que me fuera bien, y el polvillo me da tiricia en los dedos.
Pero es lo que quiero, es lo que me gusta, y todo lo que me desagrada o me sale mal en esas 4 paredes parece menos malo solo con pensar que es falta de practica lo que me cubre las espaldas, que todo irá a mejor. Poco a poco me he acostumbrado a los guantes que nunca se ajustan perfectos, a la elasticidad del látex -que puede jugar muy a tu favor- y a su olor, sobre todo a su olor y al rastro que dejan en la piel. Mira tu por donde, ya me va gustando un poco. He descubierto que el tema del microscopio es psicológico, y que loa de doble ocular no son un invento del demonio con trampa; y lo he descubierto con un dolor de cabeza enorme después de tres horas mirando a su través con el ojo guiñado. Me he dado cuenta de que llevar gafas en un laboratorio es una verdadera put... digamos que un gran inconveniente cuando estás trabajando en la cabina de aire estéril de la cual no puedes sacar las manos y se te escurren las gafas por la nariz. Pero de la misma manera he aprendido el arte de estirar el cuello hacia atrás rozando limites imposibles para volverlas a poner en su sitio. Supongo que todo contra lleva otros tres pros.
La primera vez que entre al P16 me dio claustrofobia y me agobie. Ahora el P16 es esa pequeña habitación donde los acabados en el porta salen como en ningún sitio, aprovechando toda esa luz natural que baña el laboratorio; ahora me resulta cálido y acogedor. Recuerdo también el respeto que me infundió el microtomo la primera vez que lo vi, pero recuerdo bien el proceso de cambiar sus cuchillas; y esto lo recuerdo porque una vez cada semana tenemos que trabajar con él.
Para ser sincera, todo lo que tanto me impresionó la primera vez, a día de hoy lo sigue haciendo, pero con una connotación completamente distinta. Supongo que si tanto me asustó fue porque el viaje hasta que me resultara cómodo iba a ser así mas significativo; supongo que me marcó porque ese es mi sitio, mi futuro hábitat. Supongo que si alguna vez viera algo tan grande y me dijeran que eso iba a ser mio, me asustaría, y supongo que por eso ahora todo el café ha merecido la pena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario