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lunes, 28 de enero de 2019

asesinato de primer grado

Me miras como si no supieras nada, y lo sabes todo. El clásico apuñalamiento siempre asociado a los crímenes pasionales parece innovador cuando proviene de ti; porque siempre eres tú, asesinándome a mano armada, cuchillos que vuelan de pupila a pupila. Y me ciegas, y estamos en igualdad de condiciones.
No me gusta nada de lo que implicas, no me gustan tus principios, ni me gustan tus formas ni tus maneras de proceder. Tampoco me gusta cómo eres, aunque sí cómo eres conmigo. Me gusta que hagas que cada vez que nos vemos sea carnaval. Siempre batallamos gestas en una guerra que no se acaba por mucho que lo intente, y me estás consumiendo dejándome en cenizas; y todo eso sin fumar. El día que abrí los ojos fue liberador, tedioso y tortuoso, pero casi rozaba la levedad. Entré en un bucle (el cual no creerías a menos que lo hubieras visto) del que ni siquiera “the night we met” pudo sacarme. Me encanta esa canción, y hasta ese día había sido totalmente efectiva; pero ese día tuve tres resacas y ni si aún así pude vaciarme.
La primera resaca fue por el alcohol, y fue la mejor de las tres a pesar de ser la peor que tenía en mucho tiempo.
La segunda vino disfrazada de rabia, de orgullo y de promesas de cambio que muy en el fondo sabía que no sería capaz de cumplir. Porque no me gustas, es algo meramente físico, pero estás jugando tan bien tus cartas que tienes un poder que no mereces.
La tercera estaba encubierta, y no fui consciente de ella hasta mucho después, pero desde ese día estaba ahí, anidándose y tomando forma. La diferencia entre disfrazada y encubierta es simple: en el primer caso la resaca estaba ahí, aunque fuera con otra forma diferente a la original, pero la encubierta no solo no dio la cara, sino que aguantó la respiración e hizo imposible su detección. Pero ahí estaba, vaya si estaba. Esta es la peor, y resurge por las noches (sobretodo cuando bebo) y me deja a mí sin aire. 
Quiero que me dejes respirar, y es un ultimátum en segunda persona del singular porque tú tienes la culpa. Porque me miras como si no supieras nada, te respaldas en la ausencia del delito y eres el mejor abogado de defensa; pero lo sabes todo.

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