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lunes, 2 de mayo de 2016

Lo más obvio que he heredado de ti es el carácter, la tozudez y esa manera de no querer dar mi brazo a torcer (curioso que en puntos de vista demasiado opuestos). De ti he sacado la rabia, la fuerza contenida en las palabras, la desmesura del no pensar y dejarse llevar al hablar, el sentimiento de culpa en el silencio y el orgullo demasiado alto para aceptarlo o pedir perdón y aceptarlo. 
De ti he heredado los gestos; y no sólo literalmente -he heredado cada arruga de tu cara habida y por haber-, sino también metafóricamente. He heredado tu ironía cortante, tus cuchillos lanzados a doble filo y todas las maneras que delatan lo que pienso como si mi cara fuera un libro abierto.
He heredado el carácter, el descontrol.
Pero también la fuerza que desprendes cada vez que hablas, el poder de convicción que tienes y esa forma de hacer que cualquier problema tenga otro punto de vista. De ti he sacado esa fuerza que pensaba que sólo tú tenías cuando te veo llegar por las noches con los ojos medio cerrados y de repente te veo renacer para ayudarme cuando me ves agobiada. Esa fuerza para seguir cuando no puedes más, para enfrentarte a la vida y poder, y sacar siempre energía de los momentos que dejarían exhausto a cualquiera. Me has enseñado a tenerla, a mirar hacia arriba cuando estoy tan ahobiada que sólo sé llorar, a mirar con los ojos bien abiertos, a cerrarlos y a decirme a mí misma que yo puedo, y poder. De ti he sacado el coraje para defender mis opiniones, el poco control para no saber agachar la cabeza ante lo que no veo justo y la educación para hacerlo bien. He heredado las ganas de saber, y sobre todo he aprendido a tener paciencia.
Gracias por ser siempre mi mayor fan, por creer en mí aún cuando solo soy polvo y cenizas, por ver ese fuego que puedo llegar a crear. Me has enseñado a no conformarme, me has dejado ser libre e independiente, equivocarme cuando estaba segura de que tenía la razón.  En mi está el resultado de una vida llena de porqués sin respuesta pero con un constante ánimo a encontrarla, con una esperanza plena para buscarla. 
Gracias por lo bueno, gracias por lo malo, gracias por todos los días y todas las noches, por la paciencia que has tenido y la que aún te queda por tener.

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