Yo estaba a punto de decirle que se fuera, que me dejara en paz cuando me empujó al vacío más oscuro y ella saltó detrás. Me demostró que la caída es igual de dura aunque no estuviera sola, pero que lavar las heridas en compañía es mucho más fácil que dejar que sea la soledad la que las cicatrice.
Antes de que quisiera darme cuenta me obligó a mirar todo aquello de lo que me escondo, a mirarlo fijamente y repetir que yo soy mejor; me obligó a ser fuerte y a mantenerme ahí. Sin que yo la viera venir me miró y me dijo "quiérete como te quiero yo" y me dijo al mirarme que no la decepcionara, que no me defraudara.
Sin permiso ni protección llegó y se hizo hueco, y se convirtió en la mejor rutina, el mejor escape y el único comodín. Sin que yo quisiera se convirtió en mi mejor amiga, y más allá de todo, en un vínculo mayor que el de la sangre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario