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viernes, 27 de abril de 2012

Una estrella que nunca se apaga.

Sí, así era él. Su mirada podía iluminar el mundo, el universo diría yo. Cada vez que pestañeaba, se creaba un huracá. ¡Qué pestañas tenía! Largas y rizadas, y sus ojos, verdes, muy verdes, hacía de él un chico con una mirada realmente profunda, interesante, de las que atraviesan. Cada vez que sonreía, hacía que em olvidara de mis problemas, hacía que se me olvidara hasta mi nombre, y todo mi mundo pasaba a ser él. Cada vez que se peinaba el flequillo con los dedos me volvía completamente loca. Y nunca se apagaba. Siempre conectado al mundo, siempre copmentando, interectuando, haciendo algo. Siempre ahí, recordandomelo todos y cada uno de los días.

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