A veces necesito que me ayudes, que me digas esa verdad que sé que está ahí, latente, siempre invisible, porque a veces me muerdo la lengua por no gritarte en la cara que la sinceridad no es ningún pecado para el alma. Una muestra, una ráfaga, una grieta, algo, rómpete un poco y enséñame la incandescencia.
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