.
jueves, 29 de diciembre de 2016
viernes, 4 de noviembre de 2016
viernes, 15 de julio de 2016
Bajo control
Hemos vuelto a las andadas, hemos vuelto a ver el sol
sábado, 7 de mayo de 2016
lunes, 2 de mayo de 2016
lunes, 11 de abril de 2016
martes, 5 de abril de 2016
sábado, 2 de abril de 2016
"Me gustas con los ojos cerrados"
viernes, 25 de marzo de 2016
Acción poética en prosa
domingo, 13 de marzo de 2016
Forgive; for give. Forget; for get.
jueves, 10 de marzo de 2016
Jo-der tío, jo-der.
martes, 8 de marzo de 2016
lunes, 22 de febrero de 2016
Con la sangre de hojalata
viernes, 5 de febrero de 2016
Cariño, ya no quiero bailar.
jueves, 4 de febrero de 2016
Y al final
domingo, 31 de enero de 2016
Otra cosa es que no sople.
sábado, 30 de enero de 2016
viernes, 22 de enero de 2016
Ahora que los champanes me saben a aguarrás
jueves, 14 de enero de 2016
martes, 5 de enero de 2016
No es que esté en el mejor momento, y lo cierto es que veo la cima muy lejos, pero estoy bien, tranquilos, que no cunda el pánico.
La palabra mágica es esa, bien, y las alarmas bajan, los miedos desaparecen, porque "bien" está terriblemente lejos de "mal" (¿no?). La verdad es que podría estar mucho mejor, pero todo es cuestión de perspectiva, así que no hay peligro. Qué fácil es alejar el pánico de los días tranquilos de todo el mundo, cuántos algoritmos que juegan a camuflarse entre sí. Hay demasiadas formas de pretender, de esconder, de mentir, de ahogarse y desesperar, de desear que todo pare y terminar con lo que sea que juega entre el estómago, el pecho y la cabeza.
A veces ese algo se escapa por los ojos, quienes ingrávidos y febriles se inundan y desconfían, y se encierran en la piel que los rodea, dejan que se barra el polvo que les sirve de excusa y empujan hacia el interior lo que nunca debería haber salido.
La oscuridad no ha sido creada para ver la luz, y mucho menos para enfrentarse a ella.
La boca es frontera infranqueable, los labios aduana ilegal. A veces ese algo toma forma sensualmente y viaja por conexiones indómitas hasta llegar a la barrera, y entonces seduce y sale, y huye, e intenta correr tan rápido que hay que usar la artillería; y traerlo de vuelta con un mordisco, castigo a lo que nunca debió abrirse.
En las fórmulas comunes hay tantas mentiras como en cualquier novela de los noventa, y la habilidad de camuflarlas es la verdadera magia. No, verás, no hablo de ese camuflaje que aflora pequeñas, muestras de miedo, hablo del camuflaje camaleonico, de adiestrar a los ojos para que sonrían y mientan al compás de las comisuras. No se si me explico.
No me importa, estoy bien.
domingo, 3 de enero de 2016
No quiero una explicación, ningún por qué que solo traería más quebraderos. Solo quiero saber si es seguro, porque si de veras lo estas, ¿dónde me deja eso a mí? Y peor aún, ¿dónde deja eso a todo mi esfuerzo? No es fácil, lo hago con gusto y siempre seguiré haciéndolo así, pero es tarea ardua; tú eres la más ardua tarea.
He creado en mi mente -en todo mi mundo de papel y tinta- un pedacito, un rincón dedicado a todas las medallas que gano contigo. Cada reconocimiento, muestra de orgullo o mejoría, cada pequeño signo de cariño; supongo que sí que soy un poco infantil, pero me encantan todas esas prqueñas cosas que dosificadas son el cielo y mejor que ningún paraíso de libro. Sea como sea, he reservado un pequeño hueco en el que cuelgo con orgullo todo lo que gano, todo lo que significa ser yo contigo. Y no es que quiera presumir de ello -lo tengo tan escondido que jamás podrías encontrarlo, ni tú ni nadie-, pero no es agradable que condecores a quien no lo merece, a quien ve las batallas desde el palco. Yo no quiero ningún palco, no quiero escudos ni armaduras, ni arma alguna con la que poderme defender, estoy bien en la primera línea, pero coja de confianza y manca de silencios, quiero todas mis medallas en mi pared. Y no es que las quiera por el hecho de querer, las quiero porque si existen, me corresponden.
Y si consideras que son de cualquier otro soldado, que al menos sea de raso; la burguesía deriva de los hipócritas.
Que venga a luchar mis batallas. A escuchar oído al suelo cada paso, y que se desvele maquinando. Que venga y que construya, porque destruir está "mal visto", y que luego recoja todos sus anillos y cuide bien sus manos, porque cuando se camina por tus desiertos no hay nadie que te asista.
Y dile a todo el mundo que esto no es una exigencia, es un grito al intentar ser hasta tus manos para evitarte las heridas y no poder desatarte la venda que te anuda los ojos y la garganta; una súplica ante la necesidad de que veas que yo lucho porque tú eres una de mis causas, y me sobra todo lo demás.
Pedacito de infierno, complejo mundo.
A mil metros bajo el suelo, a niveles catastróficos. Más allá del núcleo y hasta el otro extremo.
¿No es eso la superficie?
Cambia de punto de vista. Es tan profundo que aunque lo buscarás jamás lo encontrarías. Aunque supieras qué estás buscando, podrías pasar por al lado y no verlo.
Supongo que hablo de los pensamientos callados y todo eso que ni si quiera se piensa por el miedo a tener que admitir que la recta es más cuesta arriba de lo que debería. Nadie debería tener que esconder ni echar a correr tras de todo, y mucho menos dejarse los pies huyendo de todo lo demás.
Por eso está escondido, lo he enterrado tan profundo que a penas recuerdo el lugar; y cada día lo siento más profundo.
A mil metros bajo el suelo, a niveles catastróficos.