Digamos que me cansé de imaginar una vida -una porción de vida- contigo. Nunca vi un futuro claro entre tu boca y la mía a pesar de que a ratos nuestras manos se llevaran a las mil maravillas; nunca fui capaz de ver más allá mientras tú estabas dispuesto a escribir el epílogo. Podemos decir que yo, una vez escrito el prólogo, me quedé sin letras.
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