.

.

domingo, 17 de febrero de 2019

bouncing

Tengo tantas tormentas ahora mismo que ni siquiera sé cómo hablar de ellas.
La más importante es la que menos importancia tiene, pero descarga tan a menudo que a veces dudo de su naturaleza; llegan lluvias torrenciales desde el foco (siempre el trópico) y convierte el calor en infierno, tanto que hasta el hierro se funde. Y entonces pierdo mi fuerza, toda la que pueda tener, y pierdo el poder de pisar fuerte. Esa tormenta arrastra todo mi potencial, todo mi arsenal, y rebota en cada reflejo haciéndose más fuerte. Hay días en los que solo queda el eco de lo que un día pudo ser un terremoto; pero otros el mar cobra vida, y nace un maremoto, y entonces no puedo dejar de llorar. Esta tormenta me hace sentir pequeña, paradójicamente, y genera tal impacto que hasta acarrea repugnancia; en este orden, siento asco, y solo queda esperar a que pase. Duele tanto, que hubo un momento de mi vida en que pensé que podía más, pero no es verdad. Esta tormenta ha tenido tantas recidivas que apenas recuerdo estapas en las que no haya estado en guerra; los más cercanos sabéis las peores, pero he de confesar que ha habido más. Que, diariamente, siempre hay más. 
En un plano siempre paralelo está la tormenta meridional, que empieza en mi parte racional y llega hasta los pies, partiéndome en dos y haciendo que la parte más sensata que hay en mí arda hasta morir. Cuando esta tormenta estalla, genera en mí una soledad que no sé cómo describir con palabras, que no duele, pero que da forma a tantas preguntas que no sé responder, que mi cabeza empieza a girar y me mareo. Esta tormenta es fría y poderosa, y da lugar a espirales profundas que hacen que me pierda y pierda de vista mis preferencias. Me hace sentir débil ante la mujer que quiero ser; pero no puedo evitarlo. Esta tormenta ni siquiera nace en mí, pero la alimento sin querer, y cuando ataca, he de admitir que lo tengo merecido.
Como las cabañuelas en verano, tengo otras tormentas que nacen de las anteriores, y que atacan igual de fuerte y descargan, pero pasan y dejan calma hasta que vuelven. Dejan un tiempo que normalmente va lleno de orgullo, y de promesas, de compromiso y de propósitos; pero suelen ser mentira. Cuando atacan, dan fuerza a las otras dos, y entonces no sé cómo ser yo misma. 
Supongo que, por esto, yo no podía ser de otra forma; de ninguna otra forma que no fuera un huracán. 

lunes, 28 de enero de 2019

asesinato de primer grado

Me miras como si no supieras nada, y lo sabes todo. El clásico apuñalamiento siempre asociado a los crímenes pasionales parece innovador cuando proviene de ti; porque siempre eres tú, asesinándome a mano armada, cuchillos que vuelan de pupila a pupila. Y me ciegas, y estamos en igualdad de condiciones.
No me gusta nada de lo que implicas, no me gustan tus principios, ni me gustan tus formas ni tus maneras de proceder. Tampoco me gusta cómo eres, aunque sí cómo eres conmigo. Me gusta que hagas que cada vez que nos vemos sea carnaval. Siempre batallamos gestas en una guerra que no se acaba por mucho que lo intente, y me estás consumiendo dejándome en cenizas; y todo eso sin fumar. El día que abrí los ojos fue liberador, tedioso y tortuoso, pero casi rozaba la levedad. Entré en un bucle (el cual no creerías a menos que lo hubieras visto) del que ni siquiera “the night we met” pudo sacarme. Me encanta esa canción, y hasta ese día había sido totalmente efectiva; pero ese día tuve tres resacas y ni si aún así pude vaciarme.
La primera resaca fue por el alcohol, y fue la mejor de las tres a pesar de ser la peor que tenía en mucho tiempo.
La segunda vino disfrazada de rabia, de orgullo y de promesas de cambio que muy en el fondo sabía que no sería capaz de cumplir. Porque no me gustas, es algo meramente físico, pero estás jugando tan bien tus cartas que tienes un poder que no mereces.
La tercera estaba encubierta, y no fui consciente de ella hasta mucho después, pero desde ese día estaba ahí, anidándose y tomando forma. La diferencia entre disfrazada y encubierta es simple: en el primer caso la resaca estaba ahí, aunque fuera con otra forma diferente a la original, pero la encubierta no solo no dio la cara, sino que aguantó la respiración e hizo imposible su detección. Pero ahí estaba, vaya si estaba. Esta es la peor, y resurge por las noches (sobretodo cuando bebo) y me deja a mí sin aire. 
Quiero que me dejes respirar, y es un ultimátum en segunda persona del singular porque tú tienes la culpa. Porque me miras como si no supieras nada, te respaldas en la ausencia del delito y eres el mejor abogado de defensa; pero lo sabes todo.

martes, 1 de enero de 2019

Dámelo

Ha sido un placer, un verdadero placer. Cuando era pequeña me encantaban este tipo de juegos (siempre en otro contexto, obviamente no he tenido siempre esta forma de interpretar lo que me rodea), y -supongo- de ahí viene mi afición por las novelas de misterio; me puede la necesidad de más, siempre más, la sensación de control que se me escapa por poco de las manos, y el no saber cómo acabará pero siempre intuirlo. Contigo todo ha sido siempre así. Desde el principio era un juego, y aunque nunca he sabido cómo ni cuándo (y esto último es lo que más me ha hecho seguir, pero lo que me ha vencido, lo siento) iba a acabar, sí tenía claro que algún día todo iba a tener que darse la vuelta. Desde aquella primera noche, tan lejana, se me presentaron las reglas, y los inconvenientes, y tomé una decisión; pero tú creaste un escenario totalmente diferente que hizo que yo aceptara (primer error, no es difícil de adivinar). Y después todo fue montándose sin que me diera cuenta, con más variables y factores, y ahora estaba en el punto de presión crítica, como una olla exprés que se abre o explota. Pensaba que estaba cerca, porque estoy lejos, y eso es una ventaja; deshaciendo implicaciones y poniendo tierra de por medio, literalmente hablando, creí que podrías ver que en realidad todo había sido siempre visceral. Pero yo solo cuento con mi punto de vista y lo subjetivo de lo que tú puedas mostrar y yo pueda interpretar (segundo error). 
No eres criptonita, eres algo a saldar. Eras.

Pero ya no volverás a serlo, o al menos no de la misma forma; te he cazao. De repente, te he visto de una forma tan clara que casi me ciega la sorpresa, aunque muy en el fondo no sea sorprendente en absoluto -at all-, y no quiero volver a jugar, no quiero que vuelvas a jugar conmigo (tercer error, la diferencia es abismal). 
Ha sido un tiempo perdido-invertido, pero ahora sé que cerrar es parar. 

viernes, 16 de marzo de 2018

S H A R P

Llevo varios días dándole vueltas a esta idea, y he de admitir que aún no tengo del todo claro la forma que quiero darle; me encantaría poder decirte todo esto a la cara (mirándote a los ojos y a ver qué analizabas entonces) pero no tengo el valor ni la intención de hacer más daño, así que acallaré esta necesidad -egoísta hasta la médula- poniéndolo por escrito y haciendo de esto un intento de manifiesto fallido.
Por mucho que me moleste tener que admitirlo, estás mucho mejor sin mí. Sé que tienes la sensación de que solo he sabido lo que quería cuando ha sido tarde, pero mi orgullo necesita que deje constancia de que no es así, de que llevo moldeando ese sentimiento desde septiembre, con el detalle de que cuando ya lo había tenido al sol y al viento y estaba segura de querer dar un paso firme, tú le diste la vuelta a todo e hiciste que fuera en falso; y me caí. Pero me levanté, y lo logré justo para la cuesta, para la guerra y la batalla, para ganar; ganar todo lo importante, pero no ganarte a ti. Creo que después de todo esto puedo decir que durante la embestidura usé un par de cartuchos para ti, pero después de la estocada final me quedé sin fuerzas ni ganas ni razones para seguir atacando -justicia poética I guess-, así que me retiré.
Estás mejor sin mí así, de forma que puedas ser tú mismo desde el principio, con una mente clara donde puedas nadar sin miedo a los tiburones; porque soy tóxica, y no puedo evitarlo. 
De tanto pelear conmigo misma he formado una trinchera y ya no sé de qué me escondo, pero lucho contra toda estimulación parasimpática que implique la tríada hormonal fatal, que lleve a la liberación de dopamina, serotonina y adrenalina que pueda hacerme sentir algo. Y tú estabas ahí, animando a ese bando que algunos ineptos no adeptos a la ciencia llaman corazón o alma o vete a saber qué, pero formando conexiones neuronales nuevas, o haciendo plásticas uniones ya existentes, pero haciendo que mi torrente sanguíneo se convirtiera en el correo mensajero de guerra. Cada noche una odisea. Hasta que te vi en otra batalla; y entonces yo rompí mis sacos, llené de arena mis cuevas y enterré todas las armas. Porque ahí me reconcilié con mi cabeza, y lloré porque la ausencia de una bandera blanca en mi desierto. 
Por eso sé que estás mejor sin mí, y ojalá consigas encontrar en guerras extranjeras la paz que anhelas, porque tu espíritu tiene esa naturaleza y solo así podrás aullar.
(23/3/18)

miércoles, 12 de abril de 2017

El amor, como la moneda, puede devaluarse. Cuando experimentas un amor tan grande, puro e incondicional -palabras únicas saliendo de mis labios- ningún otro tipo de amor está a la altura, y, en consecuencia, nada puede parecer suficiente. No estoy diciendo que esa sea la causa de mi frivolidad de espíritu, pero es así.
Desde que te vi por primera vez súper que iba a quererte siempre. Conocerte poco a poco y ayudarte a ser quien eres (y quien puedes llegar a ser) ha hecho que te conozca tan bien que dudo que nadie vaya a resultarme tan fácil ni tan difícil como tu; el tiempo contigo ha sido la mejor manera de ver que no hay pelea fundada, sino perdones cobardes y razones abstractas, y que si es contigo todo "lo siento" merece la pena. Eres el único hombre -y si me apuras la única persona- por la que soy capaz de tragarme este orgullo tan mío y hacer todo lo que me pidas, porque eres, sin duda alguna, el hombre de mi vida. Y desde que te vi por primera vez supe que iba a quererte siempre, aún sin conocerte y sin saber que clase de persona se escondía en ti, sabía que iba a quererte siempre y más que a nadie en el mundo. 
Y eso siembra la clara y pesada razón de que nunca ningún hombre me entenderá como tú, y que yo nunca podré querer a ninguno más que a ti, por lo que todos están condenados a vivir a tu sombra mientras que yo disfruto tu luz.
Atte: tu hermana.

jueves, 29 de diciembre de 2016

Pensaba el almirante que el capitán se había vuelto de raso, que había colgado las medallas para ser otra vez soldado. Olvidaba el almirante, siempre hecho a la burguesía, que un capitán es capitán siempre, y lucha y aguanta cuando el barco tira a la tormenta.
Cuando llegan las olas y voltean la realidad, y lo inundan todo, sabe el capitán que su lugar está con su barco, cabeza abajo en la arena y con los pulmones encharcados. Y cuando el sol lo despierte y carcoma la arena de los mástiles y la tela de las velas, sabe un buen capitán que de nada sirve lamentarse o enfadarse, que su objetivo ha de ser el de reparar su barco, y cuidarlo porque es lo que lo salva del mar ahí fuera.
Me pido capitán.

viernes, 4 de noviembre de 2016

No te conozco, pero hemos tenido relaciones muy estrechas, casi sin espacio diría yo. Muy físico, muy animal, muy natural; un momento de locura, pero da igual. La cuestión es que más allá de un día y una noche y aparte un fin de semana, no te conozco, tenemos la confianza de dos extraños que se sienten cómodos, con labia, con gracia, toda la confianza que se puede tener cuando yo he sido yo y tú has sido tú durante aquel día y aquella noche y luego ese fin de semana. Sin embargo, tengo esa increíble sensación de las cosas que se saben sin saberse que tú y yo podríamos habernos llevado muy bien, podríamos haber sido esa clase de amigos que se entienden, y lo creo porque aún sin conocerte se mucho de ti, igual que tú de mí. 
No te conozco más allá, pero sé que me gustaría conocerte como la confianza deja, saber de ti y saber por qué, porque sé que podría entenderte realmente bien.
No te conozco, pero aún sin conocerte no somos extraños, y la cercanía nos sentaría muy bien.

viernes, 15 de julio de 2016

«Tú antes escribías poesía, y si antes escribías poesía era porque antes eras algo más parecido a poesía»
Poesía es ser en esencia, sin senescencia (ya escrito), es ser y aceptar lo que es ser, la forma en que se es y conocer el límite entre ser poesía y no ser poesía.
Las dos caras del gusto son las dos caras del papel y de la cinta, las subidas y las bajadas, y a ver cómo descifras la poesía cuando solo quede prosa.
Mira, no es tan complicado, los humanos somos grises, y en escalas de grises tendemos hacia el blanco y hacia el negro; yo no iba a ser menos, y como tal tengo el blanco y tengo el negro, todo escondido en el puño. Pero jugando a hacer poesía se me olvida qué es serlo, y al final acabó con las manos cerradas y los ojos más aún, sin saber que encontraré cuando abra las palmas y extienda los dedos.

Bajo control

El día que me vaya, espero que ninguno de todos vosotros se arrepienta de nada. 
He pensado esto tantas veces que ya no estoy segura de que alguien lo haya escuchado, porque tengo que aceptar que a veces lo pienso tan fuerte que lo grito.
El día que me vaya, espero que tú tengas claro que te he admirado de forma plena durante muchos años de mi vida, y que, aunque nunca he dejado de hacerlo, tengo que decir que cada vez lo hago en menos medida; conforma ha ido pasando el tiempo, partes de mi admiración han pasado de lamentarse por el temor de no ser nunca como tú a la tranquilidad de saber que nunca seré como tú. Cuando me eches de menos espero que entiendas que el control que crees tener sobre mí no es más que un fantasma y que tu obsesión por el orden no puede atravesar mi piel. 
Cuando no esté, espero que tú, y precisamente tú, seas quien más me eche de menos porque te he decepcionado tantas veces que el orgullo académico no va a ser nunca suficiente. Sé que te gustaría que fuera de mil otras formas (fíjate lo que te digo, no de otra forma, sino de mil otras), muchos menos y mucho más de todo, pero no puedo remediarlo. Espero que algún día entiendas que todas tus opiniones sobre mí son erróneas en prácticamente todas sus dimensiones: no me guían las pasiones que crees que lo hacen, no me gustan las cosas que crees que me gustan y soy capaz de hacer muchas menos cosas (y muy diferentes) a las que piensas; mi vida no es esa espiral que crees, pero no por eso es una línea bidemensional.
Cuando esté lejos, espero que tú, que has sido siempre, desde que mis recuerdos son nítidos, la persona que más he querido, entiendas un poco más las cosas. Me gustaría que valoraras ciertas cosas y, más que nada, que reestructuraras tu pirámide de valores, de orden y prioridades. Ojalá que algún día estés en mi piel y te veas sometido, y te aplasten y sientas la impotencia de que siempre te manden callar, y entonces entiendas que mi actitud no solo se debe a mis cojones. También espero que todo eso no te haga pensar que la mejor opción es, entonces, callarte y agachar la cabeza: lucha, siempre, sin importar el contexto.
Tú sobrevivirás bien, porque sé que te mantendrás. Pero espero que llegues a entender el verdadero enfoque de todos los problemas que te he contado y solo entonces imagines todo lo que no te he contado y por qué nunca lo he hecho (o nunca lo haré). No sé, tú no tienes la culpa pero eres parte de mi epicentro, y contra eso no hay remedio alguno que puedas poner, solo soy yo la que puede hacer que el terremoto se mantenga a raya.
Cuando no esté, espero que tú no me eches de menos más allá de lo poco dilatado que es el tiempo, pero espero que un día antes de dormir entiendas que no somos iguales, que no puedes compararnos y mucho menos equipararnos, y me da igual que eso me deje a mí por debajo; solo quiero que entiendas de una vez por todas que la sal y la pimienta, por muy complementarias que puedan llegar a ser entre sí y puedan hasta confundirse, no son lo mismo, y no puedes esperar que la sal sea picante (por mucho que pueda parecerlo si se abusa), ni que la pimienta sea salada, por mucho que abuses. Ya ves,con las personas es igual, y aunque ahora mantengas el cerebro en ese punto y te parezca inamovible, espero que con el tiempo aprendas a ver los infinitos círculos concéntricos que existen.

Hemos vuelto a las andadas, hemos vuelto a ver el sol

Según la teoría heliocéntrica, aceptada en un convenio de cerebros superiores como cese de las discusiones de si el ombligo del cuerpo se corresponde con el del mundo, que el sol es estrella única y multigravitacional capaz de atraer hacia sí cuerpos enormes con capacidad propia de movimiento, los cuales a su vez ejercen fuerzas atractivas sobre sus propios astros; en este punto entran en juego la Tierra y la luna. La Tierra, antivoluntariosa pero dinámica, gira en torno al sol sin otra opción que la de salir disparada de órbita, y lo mismo le ocurre a la luna, subordinada por su tamaño a la Tierra y al sol. Pero, ¿qué pasaría si la luna no hubiera elegido ser así de pequeña? ¿y si escapara de su mano es no emitir luz como el sol? ¿quién iba entonces a explicarle a la luna que en torno a ella no giran otros planetas, ni siquiera otros astros?
Los caminos al sol son suaves, calientes hasta la llama, y valientes quienes corren.  Pero cuando el sol se pone en un hemisferio terrestre y el otro se ve obligado a conformarse con la luna, la tierra huye del rechazo y admira otras pequeñas estrellas y su brillo (y su rollo) y entonces aumenta aún más la veneración que siente al sol y sigue girando, convirtiendo su destino en un infierno placentero, un castigo meno a severo. 
"Qué trágico es vivir a tu sombra"